El fotógrafo mexicano Oswaldo Ruiz ha construido una obra muy particular en la que vemos la influencia de su formación, su interés por los espacios, por la arquitectura y por la relación que los personajes retratados mantienen entre sí.
A veces es difícil entender la retórica del arte. Otras es complicado deducir la voluntad del autor. En ocasiones sorprende asomarse a los mundos particularísimos de un creador. Y finalmente todo esto y más puede ocurrir conjuntamente, como sucede con las obras de Oswaldo Ruiz, de una personalidad poética y un tono enigmático que llaman la atención poderosamente.
Oswaldo, licenciado en arquitectura y con apenas treinta años, ha construido una obra muy particular en la que vemos la influencia de su formación, su interés por los espacios, por la arquitectura y por la relación que los personajes retratados mantienen entre sí. Su propuesta llama la atención por lo inesperado y por su estatismo. Pero tal vez sea otro el elemento más llamativo de sus imágenes: el silencio sordo e intenso que las recorre y las une.
Entender sus instantáneas mediante la ausencia de sonidos, hace de su análisis una contemplación desconcertante. Observándolas percibes que no se podría escuchar el ruido ambiental, ni el murmullo de unos pasos si los hubiera. Nada, ni el rumor del viento, ni el vuelo de algún insecto, ni los gestos de sus protagonistas. Ni siquiera un motor encendido. Un vacío sonoro potenciado por la oscuridad que todo lo rodea. Metáfora de ese manto impenetrable de lo desconocido. Espacios, arquitecturas y seres asediados por una opacidad y un silencio que acechan como arenas movedizas.
Estatismo y silencio se alían para dar forma a las historias que este autor nos propone: lugares de cobijo, islas donde esperar el rescate, pequeños planetas donde se refugian “principitos”. Y donde inesperadamente se producen situaciones desconcertantes, como podemos distinguir en las series Pemex, Marco o Pared.
Pero no solo eso. Oswaldo Ruiz se adentra también en la videocreación y transporta sus arquitecturas y las relaciones entre los seres que las pueblan, al terreno del movimiento, de la acción real, viva, dinámica. Y ahí confirmamos todo lo anterior: el silencio, la extrañeza, la oscuridad protectora (y amenazante) como elementos ca-talizadores en su obra.
Oswaldo Ruiz agrupa sus últimos siete años de propuestas en esta exposición. Afincado en Londres, donde reside y trabaja actualmente, ha reunido este material en esta interesante retrospectiva que se muestra en Monterrey (México) de donde despegará de modo itinerante por todo el país.