House of Chappaz —antiguo Espai Tactel— ha invitado a cuatro artistas de la generación Pokémon a que especulen sobre el futuro y las posibles consecuencias del uso de la tecnología en nuestra relación con la naturaleza, la identidad y los problemas éticos que podrían conllevar.
La distopía de El día después de mañana
La reescritura de la historia o posthistoria y sus consecuencias sobre nuestra identidad; la fusión de tecnología y naturaleza para crear artefactos místicos con una nueva espiritualidad; macroinsectos electrónicos que plantean una nueva relación con el medioambiente… estos son algunos de los temas que hallamos en El día después de mañana, en la galería House of Chappaz Basement. La exposición reúne piezas de Ovidi Benet, Mit Borrás, Pablo Durango y Joel Blanco con las que proyectan un futuro distópico plagado de incógnitas y congelado, como resultado del estancamiento de una cultura autorreferencial que se alimenta de nostalgia.
Entre las propuestas encontramos dos obras tremendamente directas; quizás las que ofrecen un asidero más claro para la reflexión, menos abstracto, pero no por ello menos contundente: dos pechos unidos por una vagina en el centro —que sirven de cojín— y dos piernas unidas por la cintura a otras dos piernas, originando un ser capicúa, antropomorfo, a modo de mueble humano. Charlamos con su diseñador, Joel Blanco, sobre su noción de distopía y sobre las dos creaciones —y media— que exhibe en esta ocasión.
La metodología de Blanco se mueve en un terreno resbaladizo; en este caso, se apoya en el design fiction con fines artísticos y desarrolla toda una narrativa alrededor de la serie Sweet Harmony. Probablemente sean los ejemplos más explícitos de la muestra, con una carga simbólica que dispara mil ideas al mismo tiempo.
Sweet Harmony en la galería House of Chappaz
Blanco nos explica que las criaturas que tenemos delante han sido concebidas por Harmony, un ingeniero genético que experimenta con su propio ADN para generar estos seres sin consciencia y sin capacidad de sentir. Inspirado en los usuarios de 4Chan —donde la mecánica del servidor elimina los mensajes sin dejar rastro—, Harmony es el personaje que hila toda la narrativa detrás de estas figuras. Crear a través de un avatar refuerza el propio discurso del autor en relación a estas plataformas sin filtros que amparan el anonimato, lo que da libertad a su comunidad de dar rienda suelta a todo tipo de filias, un espacio al margen de los límites éticos.
Joel Blanco cuestiona así las barreras éticas de la tecnología. En su proyección de futuro, manifiesta que su intención no es otra que la de magnificar el presente, llevar un poco más allá las dinámicas ya existentes gracias a ese pequeño poder que esta nos otorga. Sus esculturas no están demasiado lejos de los juguetes sexuales hiperrealistas que se pueden comprar online a golpe de clic. Eso es lo que las hace tan terroríficas: su cercanía a la realidad.
¿Qué estamos mirando en el día después de mañana?
Estos entes no son personas, no sienten, no tienen consciencia, ni cara que las identifique. Poseen forma humana, pero están despersonalizados. Aunque una de las variaciones porta ropa con reminiscencias manga: una alusión a la añoranza vinculada a una estética actual desde el mañana. Más que la indumentaria en sí, con este gesto, Blanco pone de relieve lo que implica que su dueño decida vestirla. Nos habla directamente de él y nos dice que estos seres no están deshumanizados del todo.
No busca que sean completamente inanimados, sin alma, sino limitar el cuerpo a partes concretas de la anatomía. Ambas efigies son puro sexo, la evolución del juguete sexual, esta vez encarnado. La indumentaria enseña un impulso personificardor que no es otra cosa que un deseo de conexión —pensemos en la reciente industria de moda para mascotas—. Ahí está lo Sweet, lleno de ironía: un atisbo de sentimentalidad enfermiza, pero sentimentalidad al fin y al cabo de este personaje oscuro. El hecho de que su inventor use su propio ADN para que no sean sintientes neutraliza las cuestiones morales.
¿Pero qué nos está indicando estas piezas sobre su creador —no Blanco, sino Harmony— y sobre nuestro presente? Lo que Blanco plantea aquí no está muy desencaminado de ciertas propuestas a favor de la gestación subrogada o el uso de mujeres en estado vegetativo con ese fin. No hay que mirar muy lejos, sino al espejo para entender lo que vendrá el día después de mañana. El texto curatorial de la exposición termina con la siguiente frase: “Texto generado con inteligencia artificial guiado por un humano”. Pues eso. ¿Qué estamos mirando?
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Hasta el 1 de junio en la galería barcelonesa House of Chappaz Basement.
Joel Blanco, Ovidi Benet, Mit Borrás y Pablo Durango.