La industria del vino ha sabido generar una cultura en torno al proceso de fabricación. Proyectos como la bodega de Clayton Korte en Texas Hill Country recuperan lugares que, tradicionalmente, servían solo para la conservación del producto. El reto para los arquitectos ha consistido en crear dentro de una cueva un ecosistema adecuado para que las botellas y las personas puedan compartir espacio. Para que unos puedan sentarse a beber y las otras esperar a ser bebidas.
La bodega excavada en la roca
Podemos entender la admiración que existe por las cuevas-bodega. Ocupan un papel fundamental dentro del proceso de conservación del vino y resultan interesantes, ya sea desde un punto de vista físico por la capacidad de conservar la temperatura y la humedad a lo largo del año, o desde el arquitectónico, por tratarse de entornos sin domar, obtenidos de las irregularidades de una roca.

El estudio de Clayton Korte ha querido servirse de esa admiración para plasmar un proyecto que beba de esa tradición, que acerque el gesto de tomar una copa a la técnica de una industria cada vez más compleja y que utilice el hueco excavado en la piedra para moldear todo el ambiente. Una arquitectura hecha solo de tripas.


Arquitectura dentro de una cueva de Texas Hill Country
El planteamiento ha sido sencillo. Los arquitectos han diseñado un túnel sin salida: una piel de hormigón en forma de bóveda que se inserta en la cavidad de la montaña. La coraza separa el espacio domesticado del original, pero la textura y las irregularidades calcadas por el material nos trasladan, igualmente, al corazón del monte.

A partir de esta premisa, se genera un gradiente de estancias que coincide con el recorrido hacia el interior de la caverna. En la entrada nos recibe una barra de bar con cocina, varios asientos y un aseo. Se separa con un cerramiento de vidrio de una segunda área, ocupada por una mesa rodeada de muebles altos y al fondo queda un rincón para el almacenaje de las botellas. El juego de acabados en madera —que contrastan con la frialdad pétrea— se va simplificando. De una zona a otra se elimina el techo, el hormigón se embrutece incluso y los suelos quedan desnudos en la última de las salas. El trayecto intenta trasportarnos de un modo no traumático al sitio en el que el vino descansa.

Cuevas y bodegas para celebrar la cultura del vino
Clayton Korte nos ofrece un lugar amable que se relaciona —alegóricamente— a los procedimientos de elaboración de esta bebida. Se echa en falta algo más de honestidad a la hora de intervenirlo, pues el tamaño y los contornos de la cueva acaban por ser un tanto artificiosos, pero se agradece el esfuerzo que se realiza en el degradado de los remates. El resultado habla más de un espacio para beber que para almacenar el vino, no obstante, al final cualquier excusa puede ser buena para brindar. ¡Salud!


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Al este de la región de Texas Hill Country.
Una bodega que se inserta en una pared rocosa donde poder almacenar y degustar el vino.