Con Seda, Mayice y Ábbatte han encapsulado la luz en una crisálida de vidrio y fibra natural; un poema lumínico donde la sombra también forma parte del resplandor.

Los saberes artesanales de Mayice y Ábbatte
El modo distinto en que Occidente y Oriente perciben la luz y la oscuridad encontró su explicación más sociológica en el famoso ensayo El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki. Desde entonces, parece haberse firmado una tregua en lo que respecta al fetichismo luminoso, por eso se abraza en cualquier rincón del planeta “la claridad tenue de apariencia incierta” que solía describir Tanizaki. El claroscuro ha dejado de ser algo únicamente alabado en la silueta del papel washi, aterrizando en materiales y contornos diferentes. Es por eso que, sin menospreciar al maestro Noguchi, hay una celebración de la penumbra que va más allá de la famosa Akari; y Mayice, el estudio madrileño de Marta Alonso e Imanol Calderón, se ha encargado de mostrárnoslo durante toda su trayectoria: en la sutileza lineal de Filamento, en la incandescencia opaca de Eris y Dune y, ahora, en la crisálida de Seda, su reciente pieza en colaboración con Ábbatte.


El aura que rodea a la firma textil establece una conexión con la sacralización de los objetos cotidianos. Y no solo porque su taller se encuentre en el Monasterio de Santa María de la Sierra (Segovia), sino porque su manera de trabajar recupera procesos, baja los ritmos y puntualiza en los detalles. Fundada por Elena Godard y su hija Camila Lanzas, en el manifiesto de su marca explican que “la razón de ser de Ábbatte es crear objetos textiles que permanezcan en el tiempo y que inciten a los sentidos a apreciar las sutilezas de la realidad”. Esa realidad que se advierte entre las hiladuras, que requiere paciencia, sabiduría y tiempo.

Seda: el juego del textil puro y el vidrio soplado
Llegados a este punto, la unión de prácticas artesanales siempre suma. Por un lado, el textil natural y las técnicas ancestrales de Ábbatte; por otro, la experimentación con el vidrio soplado de Mayice. El resultado de esta combinación es un haiku visual de edición limitada con solo 12 piezas exclusivas. Una luminaria que esconde en su interior la seda “en estado puro”. Y esta particularidad del tejido es lo que permite “crear esculturas textiles y, en este caso, impregnarlas de luz”, explica Camila Lanzas, directora creativa de la firma.


La cúpula de vidrio que la rodea busca “proteger esa seda, encapsularla como la joya que es, elevarla. Y, de esa forma, la fibra también vuelve a su origen, a su crisálida”, cuentan desde Mayice. La técnica empleada fue la del vidrio soplado, pues como cuenta Imanol, “no nos gusta utilizar moldes, queríamos que, aunque la base fuera similar para que todo encajara, las curvas del contorno variaran en función del proceso”. La naturalidad impregna el volumen llameante, ajustando la transparencia a un soporte de alabastro y latón y presentando unas medidas aproximadas de 47 cm de alto y 87 de ancho.
Seda es todo aquello de lo que nos hablaba Tanizaki. Un modo de hallar “la belleza no enla cosa en sí, sino en los patrones de siluetas, en la luz y la oscuridad que una cosa crea en contraste con otra”. Un fuego fatuo hecho de tela y vidrio capaz de iluminar con sutileza el camino, pero también, el lado sereno de las sombras.