El pasado mes de diciembre, el Salón Rico de Toledo se convirtió en un escenario donde la tradición manchega hizo un pacto con el arte contemporáneo. La instalación de Julio Linares, llamada La Montaña, fue la responsable de transformar este enclave histórico en un homenaje vivo a la artesanía local, reviviendo el legado de Mencía de Ayala.
El Salón Rico de Toledo se llena de abundancia
Bajo el artesonado, una cima; un volumen asimétrico y amorfo, como un montículo de tierra que susurra su propia formación geológica. ¿Qué lo erige? ¿Dónde se hunden férreos sus cimientos? La amalgama terrosa observa el cielo de madera que la sobrevuela para imitarla; pero sus contornos orgánicos guardan otros sueños y nos conducen por tradiciones de hoy sin desvincularnos de aquellas que las precedieron. En cada relieve y resquicio de su envergadura, brota sutil el legado: objetos cotidianos que contienen en su forma los saberes de manos remotas. Secretos de distintos oficios que despiertan el deseo de asomarnos a esta montaña, escuchar su pulsión y entender todo lo que Julio Linares ha querido decirnos.

La instalación del artista plástico, realizada in situ en el Salón Rico de Toledo, inauguró un ciclo que ha puesto a este inmueble patrimonial en el punto de mira. Y todo gracias a su recuperación y puesta en valor por parte del Consorcio de la Ciudad de Toledo, a través de un proyecto de regeneración urbana liderado por Jesús Corroto —arquitecto y gerente— y Pablo González —arquitecto—. Por ello, la morfología medieval de la planta, el estado de conservación, su emplazamiento en el Corral de Don Diego y un calendario de diversas actividades han hecho de este enclave un centro cultural donde diseño y arte parecen encontrar un terreno fértil donde arraigar. Lo pudimos comprobar el pasado diciembre con la propuesta El arte de recibir: una intervención que reivindicaba el talento de los integrantes de Legado Artesano, que resucitó el entorno de Mencía de Ayala y que nos adentró en la mirada costumbrista del imaginario propio de Linares.

La artesanía en la Montaña de Julio Linares
Esta lección de historia se transformó en una mesa de la abundancia que buscaba tender puentes directos con la antigüedad, concretamente con el siglo XIV. Por aquel entonces, una Mencía de Ayala viuda habitaba estas estancias, siendo considerada la promotora y artífice del Salón Rico que hoy contemplamos. Es por eso que el creador toledano tomó “a Mencía de Ayala, señora que vistió el Salón en su época, como protagonista, para invocar aires medievales”. Pero “no solo el espíritu de Mencía nos acompaña, también la presencia del propio Salón”, continúa el pintor. Es así como el artesonado ochavado y la decoración originaria estableció una sinergia con La Montaña que hizo brotar.

Como un showroom efímero de artesanía, las creaciones de los autores locales poblaron cada franja: las piezas cerámicas de Alhaja e It’s a Belle, las velas de La Marihuela, los cuencos y jarrones errantes de Maarten Van Ham o los candelabros sinuosos de Togashi Damasquinos. Una escenografía primitiva, como los trazos en los lienzos de Julio Linares, que incitaba a danzar alrededor de este simbólico monte; escuchando los murmullos del pasado, homenajeando a los que estuvieron antes que nosotros y celebrando la abundancia de lo que realmente importa: la riqueza cultural que siempre ha sido parte de Castilla y La Mancha.

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