Cini Boeri nos ha dejado este mes. Uno de los escasos nombres femeninos de la época dorada del diseño italiano se apagaba en su casa de Milán a los 96 años. Arquitecta y diseñadora, Boeri tuvo una carrera larga y sembrada de piezas y edificios que hoy forman parte de la icnografía del siglo XX.
Nunca pareció conformarse con lo que por época le tocó vivir. Cini Boeri creció en una familia profundamente antifascista en plena época de Mussolini y parece que colaboró con los partisanos durante su juventud. Una vez terminada la II Guerra Mundial, se matriculó en arquitectura -una carrera de predominancia masculina- en el Politécnico de Milán y se licenció en 1951. Solo tres mujeres figuraban en la orla de la promoción de aquel año. Comenzó su andadura profesional con unas prácticas en el estudio de Gio Ponti, de donde pasó a trabajar para Marco Zanuso, hasta 1963, cuando pone en marcha su propio estudio: Boeri Architetti.
Como arquitecta y diseñadora, consideraba diseño y arquitectura la misma cosa, así lo explicaba en una entrevista para la revista Domus en 2012: “Pienso en mi experiencia en el diseño de casas y, más en general, en los espacios y su uso: la relación entre los habitantes y los objetos es constante, de ahí mi interés por el diseño y todo lo utilizado en relación a un lugar”. Las vidas de los humanos se desarrollan y tienen lugar dentro de los edificios, que ella consideraba capaces de mejorar nuestra vida. Apasionada, rigurosa y alegre, en más de una ocasión se han referido a ella como “la arquitecta de la alegría”
Su interés siempre giró alrededor del efecto psicológico que ejercía el entorno sobre las persona. La forma seguía a la función, pero no por eso sus trabajos perdían un ápice de elegancia e ingenio. La funcionalidad -con todo lo que ello implica en cuanto a producción, uso y materiales- fue el eje fundamental de su trabajo.
Los lenguaje de la flexibilidad
El hilo conductor de gran parte de su obra es la flexibilidad. Boeri era muy consciente de que las necesidades y las circunstancias cambian, y si un espacio u objeto tenía la calidad suficiente como para acompañarnos a lo largo de nuestra vida, debía poder adaptarse a nosotros. Lo vemos en su colaboración con Prada para la que hizo un bolso “extensible”; en su famoso sofá Serpentone, que se vendía por metros y que era adaptable a cualquier lugar en cuanto a tamaño y forma.
O en Strips, por el que ganó un Compasso D’oro y que sigue en producción hoy en día. Editado por Arflex, es un sofá modular que el cliente puede hacer a su antojo añadiendo y quitando módulos. Incluso su arquitectura destilaba esa cualidad flexible, con paredes correderas que permiten cambiar cualquier área. Cuando le preguntaban por el futuro del hogar, intuía que cada vez nos desplazaríamos menos y el hogar se convertiría en un lugar híbrido al ser también espacio de trabajo.
Diseñar era una alegría y un compromiso; desde su punto de vista, la “creación de la novedad” llevaba de la mano una responsabilidad importante, porque sabía que los diseñadores tienen un rol vital en la formación de nuestro mundo, cosa que ella nunca se tomó a la ligera. Hoy, que arte y diseño se confunden, podemos retomar el consejo que daba los jóvenes que querían de dedicarse a esta profesión: “Puede que haya arte en el trabajo de diseño, pero el componente principal es la lógica. Se trata de un trabajo racional, basado en la conciencia, el conocimiento, la curiosidad cultural y la capacidad de análisis y autoanálisis.”
Recibió muchos premios a la largo de sus más de 50 años de carrera. El primero importarte, el antes mencionado Compasso D’oro que ganó en 1979. Volvió a recibir otro en 2011 como reconocimiento a su carrera y se despidió de nosotros el 9 de septiembre, el mismo día que se entregaban los galardones de la XXVI Edición.
Visita la web de Cini Boeri