Hasta el 15 de mayo, en una esquina de la planta baja de Centro Centro encontramos una exhibición que es puro disfrute. Hablamos de Frutas de Diseño, una muestra comisariada por el estudio El Vivero y que propone un trabajo de recopilación e investigación sobre las artes gráficas a través de 250 papeles de seda, 360 etiquetas y 120 cajas de fruta.
La reivindicación del diseño en Centro Centro Madrid
Madrid estalla en el mes de febrero. Proliferan las exposiciones y florecen los eventos relacionados con arte y diseño. Al leer estas dos últimas palabras es muy probable que a los lectores les vengan a la mente lienzos abstractos, esculturas minimalistas, líneas depuradas y formas futuristas. Pero a veces no recordamos que, en lo que respecta al diseño, vivimos rodeados de él: cada objeto que hay cerca de nosotros ha sido concebido por alguien, ya sea con mayor o menor fortuna. Esas propuestas que conforman nuestra realidad, que nos acompañan en el día a día suelen ser los grandes olvidados.
Y parece que en esta edición del Madrid Design Festival, se han hecho un hueco entre esas líneas depuradas y formas futuristas que mencionábamos. Hasta el 15 de mayo, en una esquina de la planta baja de Centro Centro encontramos una exhibición de arte gráfico que es puro disfrute y que se rebela contra esa acepción snob de la palabra diseño para homenajearlo. Hablamos de Frutas de Diseño, una muestra comisariada por el estudio El Vivero y que propone un trabajo de recopilación e investigación sobre las artes gráficas a través de 250 papeles de seda, 360 etiquetas y 120 cajas de fruta.
Arte gráfico en cajas de fruta
Recorriendo con los ojos esos dibujos cítricos de señoritas sonrientes y niños con cara de buena salud, aprendemos que el hábito de envolver el fruto en papel de seda viene de 1828. Su la finalidad no era otra que su conservación y cubrir los espontáneos defectos en la piel. Con los años se fueron añadiendo imágenes y colores a estos papeles, dando a este alimento un aspecto de bombón o golosina. A partir de los años 50 y con las nuevas técnicas llegaron las impresiones a cinco tintas y los colores metalizados. Los modelos resultantes, con una iconografía popular, se inspiran en la publicidad, en las estrellas de cine y en los retratos de familia más variados y coloristas. Evocan lugares cálidos, soleados y festivos, casi imaginarios en la Europa de la posguerra.
Los títulos de las marcas no se quedan atrás, están los que hacen referencia a propiedades para la salud, como Vitality, Penicilina o VitaMina. Los que hacen un guiño a los países a los que se enviaría la mercancía, como Sherlock, La Soculente, Elle et Lui, Play-Boy… Y mis preferidos, los que llevan el nombre y la foto del pequeño de la familia como Ricardiñín, Vicentín, Carmencita o Manolito. De hecho, ese Manolito de la etiqueta, hoy es Manuel Molés, un prestigioso periodista taurino cuya familia exportaba naranjas en los años 50 a Francia y Alemania.
Es imposible no sonreír viendo la exposición. Un festín visual que nos lleva directos a los postres y meriendas de nuestra infancia. A las tardes de sol de verano y a niños con coloretes. Una estética costumbrista de mercado, de ultramarinos, de frutería, de tienda de barrio cada vez más escasa en las grandes ciudades modernas, pero tan exuberante y alegre como las frutas que envuelve.
En este enlace puedes ver otras exposiciones que hay en Centro Centro Madrid.