Coincidiendo con su 40º aniversario, la Fundación Cartier de París presenta hasta el 16 de marzo de 2025 la primera gran retrospectiva en Europa de la artista colombiana Olga de Amaral, una figura indispensable del fiber art. Esta será la última presentación organizada en el edificio de Jean Nouvel de Montparnasse: a finales de 2025 la institución se trasladará a sus nuevas dependencias de la Place du Palais-Royal, también proyectadas por el mismo arquitecto.
La Fundación Cartier y su apuesta por el arte textil
La ampliación de los límites del medio textil y la experimentación con técnicas y materiales como lino, algodón, crin de caballo, gesso, pan de oro y paladio son parte de la trayectoria de Olga de Amaral. La artista teje, anuda, trenza y entrelaza hilos para concebir piezas tridimensionales inmensas; y este porfolio inclasificable se nutre tanto de los principios modernistas como de las tradiciones vernáculas de su país y del arte precolombino. Ahora, la Fundación Cartier recorre su carrera y la celebra como una de las figuras que marcó una verdadera revolución en esta disciplina.
Con cerca de 80 piezas de grandes dimensiones —elaboradas entre los años sesenta y la actualidad—, la exhibición propone un itinerario completo por el universo de la colombiana, con el fin de realzar la complejidad de su práctica. La muestra abarca también sus investigaciones formales sobre la cuadrícula y el color, los experimentos con los componentes y la escala, además de las corrientes que la han influido: el arte constructivista, la artesanía latinoamericana y la época precolombina. Una labor curatorial formidable con la que la Fundación Cartier pone de manifiesto la audacia del arte textil, que durante mucho tiempo se relegó a un segundo plano por considerarse decorativo y practicado principalmente por mujeres. Las ambiciosas creaciones de Olga de Amaral se inscriben decididamente en la dinámica del arte abstracto posterior a la Segunda Guerra Mundial y se alejan del marco convencional del tapiz tradicional.
El diseño expositivo ha corrido a cargo de la arquitecta franco-libanesa Lina Ghotmeh, quien ha implementado un paisaje de piedras de pizarra en la planta baja; un ejercicio que se mimetiza con la estructura del edificio y el jardín exterior, fluyendo junto a los tonos y texturas de los objetos presentados. En el nivel inferior, Ghotmeh ha empleado la espiral recurrente de algunas obras de Amaral para configurar un entorno envolvente, jugando con los contrastes, las escalas, la escasa iluminación y la disposición de las piezas suspendidas. Un planteamiento certero, riguroso y equilibrado con el que se narra la andadura profesional de Olga de Amaral, y que sumerge al visitante en una dimensión atemporal rica en emociones y sensaciones. Una conexión directa con el cosmos de la artista.
Olga de Amaral y el color como lenguaje
Durante su año en la Cranbrook Academy (1954-1955) en Estados Unidos, Olga de Amaral desplegó un profundo interés por el color y realizó ensayos radicales con la materia, la composición y la geometría. A su regreso a Colombia, combinó este aprendizaje con su conocimiento de los antiguos tejidos del país, y forjó un estilo espontáneo y expansivo inspirado en la historia y los paisajes de su tierra natal: las formas y tonalidades de los altiplanos de los Andes, los valles y las vastas llanuras tropicales. Dos grandes series presentes en esta exposición transmiten especialmente estos rasgos: Estelas y Brumas.
La primera, iniciada en 1996, adopta la silueta de estrellas doradas y posee un armazón de algodón muy rígido recubierto de una gruesa capa de gesso, pintura acrílica y pan de oro. Este metal —uno de los favoritos de la artista— le permite transformar textiles en superficies iridiscentes que difractan y reflejan la luz. Por otro lado, en 2013, de Amaral inició el conjunto Brumas a partir de tejidos aéreos tridimensionales, que se mueven ligeramente para revelar sencillos motivos geométricos proyectados directamente sobre los hilos de algodón. Aquí, la creadora nos incita a caminar por una nube o una fina lluvia de cromatismos puros, ocupando una sala entera de la fundación.
Olga de Amaral vive el color, sabe que es un lenguaje inconsciente y lo entiende. Y esa sabiduría se trasfiere con una asombrosa armonía en sus piezas ondulantes: obras que parecen respirar, estimulando la imaginación e incitándonos a perdernos entre la urdimbre y la trama de sus grandiosos murales de tela.
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Olga de Amaral (1932, Bogotá) es una figura emblemática de la escena artística colombiana. Tras licenciarse en arquitectura, estudió en la Cranbrook Academy de Michigan donde descubrió el arte textil. En los sesenta y setenta participó en el desarrollo del fiber art. Sus piezas abstractas y monumentales –a la vez pinturas, esculturas, instalaciones y arquitecturas– envuelven al público en el universo íntimo y sensorial de la artista.
