En las ciudades no hay sitio para los árboles, pero sí lo hay para los edificios. El doctor en arquitectura, Ferdinand Ludwig, quiso sacar provecho de esta encrucijada para desarrollar una línea de investigación que levantase estructuras habitables a partir del crecimiento de ciertas especies. Baubotanik materializa la idea mitológica de habitar la naturaleza, pero también abre algún debate acerca de la producción o el diseño. ¿Estamos preparados para volver a vivir en los árboles?
Vivir en el mundo vegetal
La relación de la ciudad con la vegetación ha sido siempre algo tensa. En la Edad Media, las poblaciones se construyeron tras murallas defensivas que trazaban un límite claro con los bosques. Sin embargo, en la Ilustración ese límite se deshizo y el verde volvió a entrar en las grandes avenidas para que, algunos siglos después, la urbe posindustrial colonizara la mayoría de superficies accesibles donde erigir los suburbios y las áreas metropolitanas.
Esta herencia deforestada, así como la creciente preocupación por la salud de nuestro entorno, nos ha generado la necesidad de abrir la mente para incorporar todos los beneficios que las zonas verdes aportan —calidad del aire, conservación de la biodiversidad, control de las escorrentías, reducción de la isla de calor, etc.— en una trama saturada de intereses políticos o económicos. ¿De qué manera debemos pensar las urbes, cada vez más grandes, para que no sean cada vez más hostiles? Ferdinand Ludwig apuesta por apropiarse del hueco que tradicionalmente ha pertenecido a la arquitectura para levantar espacios habitables entre árboles vivos.
Arquitectura verde en árboles vivos
Baubotanik es una línea de investigación que surge del interés de su creador por las esculturas vivas. De hecho, muchas de las técnicas que se utilizan para favorecer el crecimiento de los troncos —injertos, podas, dobleces y tejidos— tienen su base en la jardinería y en el arte topiario. La idea se sirve de un estudio exhaustivo, durante varios años, que el equipo del arquitecto alemán ha llevado a cabo en lo referente a selección de especies o sistemas de crecimiento, junto a una labor paralela que analizaba la compatibilidad de estos ejemplares con materiales externos que pudieran insertarse —a modo de ramas biónicas— entre las ramas de los árboles.
Las plantas evolucionan originando urdimbres que se guían y se prolongan de un espécimen a otro, hasta conseguir que el ramaje de varios de ellos se una constituyendo uno más vigoroso. De esta manera, se logra una malla tridimensional, solidaria y resistente, de características similares a las que se plantean en las arquitecturas convencionales, hechas de hormigón, acero o madera muerta.
Ludwig, a diferencia del arte topiario, añade un componente externo —normalmente metálico o de plástico— que tiene la función de soportar el entramado durante los primeros años y que propicia las superficies planas y regulares necesarias para que el conjunto sea habitable. El paso del tiempo se encarga de que las plantas absorban poco a poco este andamiaje, hasta que la armazón se olvida de su pasado inerte y se convierte en un edificio viviente.
¿Es Baubotanik un planteamiento arquitectónico?
Baubotanik es una idea —aún en ciernes— que consigue conquistar un espacio hasta el momento muy limitado para el verde urbano. Esta línea de pensamiento permite contar con los beneficios de la vegetación sin necesitar grandes franjas vacías. Los primeros prototipos —realizados a partir de 2005— muestran una imagen del resultado a pocos años vista, teniendo en cuenta que se tratan de estructuras para desarrollarse en el tiempo. La tipología ha ido avanzando en estos años desde los primeros sistemas más simples —Baubotanik Footbridge— que se apoyaban en grupos de árboles a modo de columnas hasta los que planteaban un crecimiento entrelazado que permitían alcanzar más altura —Baubotanik tower— a costa de no ser habitables.
El punto de inflexión se produjo en el Regional Horticultural Show de Nagold en 2012, cuando el equipo presentó Plan Tree Cube: un pabellón-cubo de 10 metros de lado que descansaba sobre un andamiaje provisional mientras los árboles alcanzaran la resistencia adecuada para cumplir su tarea. Las prácticas de los últimos años —Baubotanik pavilion with outdoor kitchen— están derivando hacia la parametrización del desarrollo de las plantas mediante diseño digital. El análisis geométrico que puede ejecutarse con un ordenador ayuda a concebir piezas ad hoc que representen la frescura del movimiento de un árbol. La herramienta sirve para revertir las normas y adaptar la rigidez de la industria a la capacidad expresiva del mundo biológico.
En relación a otras propuestas que comparten el mismo esquema de aprovechamiento de la huella de la edificación —como Il Bosco Verticale del arquitecto italiano Stefano Boeri—, Baubotanik ofrece un lenguaje más innovador y no necesita de ese derroche estructural para sustentar árboles a varios metros del suelo. La vegetación se entrelaza y se guía siguiendo unas pautas establecidas y genera una imagen completamente sincera: el árbol abandona, en los primeros años de vida, su carácter ornamental y teje a lo largo del tiempo la síntesis de lo que más tarde será todo el inmueble. Un ejercicio sobrio y elegante que recuerda a los maestros de principio de siglo, menos es más, ornamento y delito.
El edificio árbol
Este planteamiento aporta unas virtudes ecológicas evidentes para los entornos urbanos, pero además abre cierto debate acerca de la visión de una construcción como un objeto de diseño, y no como un proceso continuado en el tiempo. La arquitectura está pensada desde el espacio y a partir de elementos cada vez más industrializados, mientras que Baubotanik desde el crecimiento y la evolución en torno a ese espacio.
Todo el catálogo se erige sin un uso aparente porque el interés radica únicamente en la proliferación de las plantas. Un jardín no persigue otra meta que desplegarse en su totalidad frente a la inmovilidad perpetua de los edificios. Baubotanik superpone esta contradicción y exhibe lugares capaces de evolucionar con los usuarios. Una visión quizá demasiado abstracta como para considerarse real, pero que saca a relucir cuestiones sobre el punto de vista urbano, estético o espacial.
Hemos visto varios ejemplos del resultado que puede llegar a ofrecer el mundo vegetal en situaciones poco favorables para su subsistencia, lo que nos lleva de nuevo a la pregunta del principio. ¿Estamos realmente preparados para volver a vivir en los árboles?
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Es una línea de investigación desarrollada por el Dr. Ferdinand Ludwig que estudia las posibilidades estructurales de algunas especies de árboles para crecer formando estructuras habitables
La elección de las especies depende del lugar de emplazamiento de las estructuras dado que deben ser ejemplares autóctonos o adaptados y además contar con un crecimiento rápido y una madera flexible.