Más allá de la obvia funcionalidad, el componente esencial para que una obra visual se encuadre en la confusa dimensión del arte o en el prosaico territorio del diseño es su origen genético, es decir, si se gestó desde la motivación del propio creador o de forma exógena —por ejemplo, a través de un encargo—. Pero ¿a quién le importa esta subjetiva premisa? La cuestión es, en realidad, si estas delimitaciones conceptuales tienen algún sentido en nuestra ultraprocesada cultura actual.
La superficial obsesión por el etiquetado se quiebra totalmente cuando el foco se pone sobre Stanley Donwood (Essex, 1968). Internacionalmente reconocido por ser el realizador de todo el arte gráfico de Radiohead —a partir de The Bends—, sobresale por su incesante evolución plástica, que se materializa desde la combinación de técnicas clásicas —lienzos, grabados, grafitos— con los desarrollos digitales contemporáneos, provocando una sensación de vertiginosa experimentación. Por ello, la simbiosis que ha generado con los autores de OK Computer es de tal magnitud, que podemos afirmar que los alabados álbumes de estos no tendrían razón de ser —completa— sin la significación visual plasmada por este enigmático inglés.
Stanley Donwood —pseudónimo tras el que se resguarda Dan Rickwood— no sigue una línea estilística constante; no se circunscribe a zonas de confort expresivo, sino que las atraviesa. Se desplaza de manera imprevisible por trayectos formales muy diversos en respuesta a la tipología del trabajo en el que esté inmerso; en ocasiones por la vía del simbolismo y la figuración, a lo que se añade un manejo excelente del factor tipográfico y una personal edición de sistemas de pictogramas. Pero también se adentra en la abstracción, profundizando así en paisajismos impregnados de un característico aroma distópico.
En este sentido, es muy interesante observar la genealogía de sus obras, enormes ecosistemas de material gráfico. De ellos nacen desconcertantes narraciones —teñidas con un ácido pigmento de melancolía y desazón— que nos permiten vislumbrar ciertos abismos interiores que conectan de forma natural con la música de la prestigiosa banda de Oxfordshire.
Estos ecosistemas muestran la verdadera dimensión de este artista, que desborda por completo los confines del diseño. Grandes series que reflejan la complejidad creativa de un tipo que ha realizado exposiciones individuales en todo el mundo, como Apocalypse Boutique, en Londres; The Panic Office, en Sidney; o Paintings from A Moon Shaped Pool, en Maastricht. Además, es sugerente su faceta como escritor tenebroso; ha publicado varios libros de relatos y novelas gráficas, junto a otros proyectos editoriales en torno a sus trabajos artísticos. Efectivamente, parece que este hombre se encuentra cómodo ilimitando el límite.