Puede convertirse ya en la marca (musical) de ROOM: escoger artistas que causan adhesiones inquebrantables o exagerados rechazos. Hasta ahora, Arcade Fire parecía haber reclutado a hordas de entregados feligreses, pero quizá fue ese fanatismo justificado (sus dos primeros LP´S sacudieron la escena musical como pocos en lo que va de siglo), el que fue sembrando de escepticismo o empacho los oídos de muchos aficionados. Encendidos elogios se cruzan con afirmaciones tan cínicas como la del maestro Diego A. Manrique (“A veces sospecho que son la versión siglo XXI de aquel colectivo llamado “Viva La Gente”) o la de Xavi Sancho (“No es el álbum más flojo de Arcade Fire, pero sí es el peor disco de LCD Soundsystem”).
Esta ironía viene al caso porque Reflektor (Universal, 2013) está producido por James Murphy, alma electropunk de ese excelente grupo neoyorkino. El omnipresente efecto de su sello conduce a Arcade Fire a una nueva versión de La Ley de Murphy: podría parecer que las virtudes de las trece canciones corresponden a su producción, y que los posibles defectos solo son achacables a las tendencias pretenciosas de los chicos de Montreal. Pero hay un matiz que no se debe olvidar: Reflektor también lo produce Markus Drav, un fijo de la casa.
El subidón electrónico se deja notar en el tema que abre y da nombre al trabajo, impecablemente rematado por los coros del más ilustre mentor de la banda: nuestro eterno David Bowie. Pero la esencia pop del combo canadiense ya se filtra en We Exist, con ese bajo tan Black is Black (sí, aquel hit sesentero de Los Bravos) y sus irresistibles arreglos de terciopelo. Here Comes The Night podría suponer la fusión más lograda del ímpetu arcádico y el desenfado lúdico made in LCD, pero a veces parece más cerca del extravío que de la aventura, algo a lo que contribuye su insistencia poco disimulada en hacer evidente el punto haitiano. El primero de estos dos discos sigue fluctuando de la épica (Normal Person) a la anécdota (You Already Know) y acaba muy arriba, con la fidelísima (al estilo primigenio de la banda) y sin embargo ligera Joan Of Arc.
Y es ese tono el que se mantiene en el segundo disco: más breve, más solemne, más sutil, menos fiestero. Awful Sound, It’s Never Over y Porno completan una secuencia irresistible, que alcanza el clásico crescendo en Afterlife, lo más parecido a aquella época en la que Arcade Fire nos hacían felices sin necesidad de flyers: esos tiempos en los que dispusimos nuestros días al ritmo de Wake Up, Rebellion (Lies), No Cars Go y otras deslumbrantes canciones.
Acostumbrados a sufrir referencias pomposas, cabría preguntarse por la huella en Arcade Fire de un grupo tan delicado y exacto como Prefab Sprout. Reflektor, que sigue la estela rupturista de otras stadium bands (como U2 con su Achtung Baby), sitúa a Arcade Fire en ese punto más alto desde el que más dura puede ser la caída… y desde el que se suele caer por el lado de la mantequilla. Tal vez el misterio y la respuesta de esta arriesgada apuesta esté en su portada, engañosa o reveladora: ¿Lo es elegir a Orfeo para ilustrar su obra más despierta? ¿O es que Reflektor es, en cambio, su entrega más onírica? Piensen lo que quieran, sientan lo que gusten, pero, por favor, déjense convencer por La nueva Ley de Murphy en la próxima edición del Primavera Sound en Barcelona.