El arquitecto japonés Sou Fujimoto ha diseñado un baño público en la sístole y diástole comercial tokiota. Un proyecto que bajo el pseudónimo de The Tokyo Toilet esconde la esencia del espacio público: el encuentro.
Sou Fujimoto se suma a The Tokyo Toilet
Parece que el arquitecto Sou Fujimoto ha dejado en el pasado su faceta más teórica y fenomenológica para devenir —salvo honrosas excepciones— en una arquitectura de espectáculo mesurado. Atrás han quedado construcciones más que notables, como la Biblioteca de la Universidad de Artede Musashino, la Casa N, el Centro Infantil de Rehabilitación Psiquiátricaen Hokkaido, el Edificio de Apartamentos en Tokio o los célebres dibujos de su Primitive Future House.
Su labor siempre ha conservado rasgos distintos a lo considerado “arquitectura japonesa”; algo que podría concretarse como un sesgo abiertamente occidentalizado que hace su obra entendible —hasta cierto punto— por gentes de diferentes esferas culturales. En un afán universalista, su arquitectura aspira a manifestar y amalgamar función e intuición, con un interés por rastrear las relaciones entre los cuerpos y las edificaciones donde estos anidan. Por descontado, la visión de Fujimoto fuerza los límites para expresar la complejidad de una realidad mutable y compleja hasta transcender lo simbólico.
Tras la inauguración de l’Arbre Blanc en París y la House of Hungarian Music en Budapest, el japonés se ha enfrascado en un proyecto promovido por la municipalidad de la prefectura de Toshima: The Tokyo Toilet. Una iniciativa que distribuye una serie de baños públicos diseñados por estudios y figuras de renombre a nivel nacional e internacional. La propuesta implica el retorno de Fujimoto al corazón de la metrópolis nipona, concretamente a un pequeño solar del distrito milenario de Nishisando, en Asakusa, epicentro del pequeño comercio de la ciudad.
Un baño público, una plaza doméstica
El reto supone una oportunidad para combinar las cualidades de una casa —la domesticidad y la intimidad hogareña— y las potencialidades intrínsecas de habitar Tokio. Ambos aspectos pertenecen al mismo plano, pero son ligeramente divergentes. ¿Por qué? Porque aparte de solventar las demandas de instalar un baño público en un centro urbano, aquí Fujimoto ha tratado de hacer buena arquitectura con nuevos marcos conceptuales a la hora de percibir y entender un espacio. A pesar de la austeridad del encargo y la solución aportada por el arquitecto, se indica una condición espacial determinada: la obra prescribe un aseo comunitario, pero, en realidad, ofrece un lugar de interacción y encuentro. Una pequeña plaza doméstica, hogar de un esbelto árbol.
La operación de Fujimoto es de un pragmatismo geométrico deslumbrante. En una parcela de dimensiones estrechas ha trazado un óvalo retranqueando unos metros al perímetro de la manzana. A dicho óvalo —materializado en un pulcro hormigón blanco— se le han practicado dos cortes: en la cubierta y en su perfil frontal.El primero abre este volumen al cielo y permite instalar un patio entre la calle y el baño; el segundo hace que la pared que da a la calle se doble sobre sí misma y baje su altura poco a poco con una extensa bancada donde se acomoda la grifería, mientras que los urinarios se esconden tras dos puertas laterales arqueadas.
Quizás hacer arquitectura inclusiva no signifique otra cosa que rebajar la altura de una pared y generar una bancada accesible para todos los públicos. Un gesto algo espurio que, como poco, ayuda a personas de diferentes edades y condiciones físicas a participar de ella sin dificultades. Los más pequeños son capaces de alcanzar la parte más baja de la curva que dibuja un perímetro cóncavo, así como las personas con movilidad reducida pueden llegar sin problema desde la posición que más favorable les resulte. Eso para mí es la arquitectura: la buena arquitectura.
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En 1994 se graduó como arquitecto por la Universidad de Tokio y en el año 2000 funda su propia oficina en la misma ciudad.
