Ante la problemática habitacional de Nueva York, Tankhouse y SO-IL han vuelto a aliarse para ofrecer a los neoyorquinos un nuevo lugar para vivir. Así ha surgido Nine Chapel: una torre residencial que pone la atención en la importancia de conectar el interior doméstico con el mundo exterior a través de su fachada perforada.
Nueva York. Una ciudad difícil de habitar
En un reciente artículo, un comentarista arquitectónico señalaba que hace mucho tiempo que los neoyorquinos agacharon la cabeza ante la mediocridad y el bajísimo estándar de calidad de la vivienda en la ciudad. En Nueva York, decir familiarmente que un apartamento “está bien” significa que es regular o malo; mientras que decir que “es cutre” significa que es inhabitable. Y el problema que recalcaba el autor es que muchísimas personas ni siquiera pueden permitirse uno que sea cutre. Los arquitectos culpan a los promotores como responsables por la falta de soluciones habitacionales; y estos últimos achacan el conflicto a la falta de riesgo de los inversores, a los altos precios del suelo y a una normativa que coarta cualquier intento de introducir innovaciones.
Está claro que, al igual que en otras capitales del mundo, lo primero que hay que resolver en Nueva York es el acceso a un hogar digno con un coste asequible. La importancia de emprender proyectos residenciales de alto nivel radica en transformar el paisaje urbano, pero también en experimentar con propuestas que actualicen los esquemas de edificios existentes. De ahí el interés de Nine Chapel, un complejo desarrollado por Tankhouse cuyo rasgo singular es su fachada diseñada por el estudio SO-IL.
Ambos equipos ya unieron fuerzas para erigir el 450 Warren: una construcción de uso similar —finalizada en 2022— que, como Nine Chapel, también está en Brooklyn. El punto clave de esa primera colaboración fue la creación de un lugar que proporcionara a los inquilinos espacios para compartir e interactuar informalmente, reivindicando la luminosidad y la transparencia. Lo que se buscaba era desmontar el mito de que las limitaciones presupuestarias y las normativas obligan a producir arquitectura mortecina; mito que Sam Alison-Mayne y Sebastián Mendez —fundadores de Tankhouse— rechazan completamente.
Una torre de apartamentos diseñada por SO-IL
Con Nine Chapel evidencian que es posible edificar en altura sin reducir los 27 apartamentos a cubículos aislados, normalmente vendidos con la promesa de “espectaculares vistas e iluminación natural”; una promesa que acaba concretándose en fachadas acristaladas nada prácticas. Aquí, los dos equipos han planteado cuidadosamente cada unidad, retorciendo y cortando esquinas para facilitar la entrada de luz y maximizar la visión de fuera. Esto ha permitido que todas las casas cuenten con una conexión al aire libre mediante un porche propio, una o dos terrazas y una privilegiada panorámica.
Dentro, cuando un residente sale del ascensor, no se topa con la imagen de un pasillo estrecho y oscuro jalonado por puertas numeradas. En vez de eso, se encuentra con balcones abiertos y protegidos por una piel ondulada de aluminio perforado, que absorbe la luz y preserva la intimidad de cada vivienda sin aislarla tajantemente.
La lección aprendida del confinamiento de contar con zonas externas dentro del marco doméstico resuena en Nine Chapel. Sobre todo, con su imagen de ventanales adornados con plantas y mobiliario outdoor. Una visión que evoca un carácter de vida urbana alejada de la agresividad, suciedad, polución, soledad y anonimato que caracterizaba el lado oscuro de esa gran urbe que es Nueva York.
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En el downtown de Brooklyn, Nueva York.
