Calor, lejanía o exuberancia son términos que surgen en nuestra cabeza al pensar en algún lugar exótico. ¿Habremos heredado la misma fascinación que sintió Gauguin cuando llegó a Tahití? ¿O aquella atracción por los mares del Sur que describía Manuel Vázquez Montalbán en su novela homónima? La literatura nos ha hecho ver que no hace falta viajar: con tan solo imaginar una flora profusa y una fauna deslumbrante y enigmática podemos estar en la otra parte del mundo. Si a todo esto añadimos que los mercados más influyentes se han trasladado a Asia, entenderemos aún mejor por qué vuelve el gusto por lo extravagante en la moda y cómo todo esto quedó reflejado hace algo menos de un año en los lujosos escaparates de las tiendas Printemps.
Para estos grandes almacenes de París, un escaparate es mucho más que una vitrina donde exponer prendas y precios. Es una muestra del poderío de las grandes firmas, a la vez que una prolongación temática de lo que inspira cada vestido y accesorio. Y así lo entendió bien la ilustradora y creadora textil Frédérique Vernillet que ideó un mundo propio para presentar prendas y complementos de Dolce & Gabbana, Roberto Cavalli o Salvatore Ferragamo, entre otras marcas prestigiosas. El viaje al corazón de lo lejano comienza con las ilustraciones de Vernillet que tapizan el fondo de cada escaparate. De entre la vegetación, surgen tigres, lagartos y loros que se materializan en unas esculturas de papel o cartón a cargo de Marianne Guély, Little K o The Makerie Studio. Unos excesos bien dosificados, y enmarcados en unas luces de color naranja, fucsia o turquesa que potencian tanto los maniquíes como las esculturas.
La mode c’est la jungle! La moda es una selva, dice una bloguera sobre este proyecto. Pero sin mosquitos, sin calor sofocante ni bichos peligrosos. Vernillet ha sabido tocar las teclas de las ansias de evasión manejando nuestra fascinación por lo bello y por todo aquello que nos sugiere misterio y exotismo.
