La Casa Nautilus de Javier Senosiain no es otra propuesta más de arquitectura orgánica. Mucho más que eso, este proyecto se ha convertido en un homenaje a la perfecta geometría que habita en la naturaleza.
Desde hace más de dos décadas, Javier Senosiain estudia los principios físicos de las edificaciones humanas y animales para crear viviendas que se funden con el entorno. La casa Nautilus no es otra propuesta más de arquitectura orgánica. Mucho más que eso, este proyecto se ha convertido en un homenaje a la perfecta geometría que habita en la naturaleza.
Nautilus es el nombre que reciben algunos cefalópodos marinos. Sus corazas en forma de espiral son a menudo un ejemplo de geometría natural que ha influido tanto en inventores como Robert Fulton (el creador del submarino), como en literatos: ¿quién no recuerda la nave del enigmático Capitán Nemo en la novela de Julio Verne? Las conchas de los nautilus, además de inspirar protección, son sinónimo de perfección pues las espirales de su caparazón responden a un logaritmo matemático.
El viaje, que no visita, continúa por el zaguán resguardado tras una vidriera multicolor que filtra la luz del día. Sigue presente la flora con pequeños parterres integrados en el suelo, de forma que la vegetación encuentra también su lugar y su protagonismo en el interior de la vivienda. Llegados al vientre de la caracola, aparece la sala de televisión, curva también y con asientos alrededor del eje central donde se aloja la pantalla. Escalera de caracol arriba, subimos al estudio desde donde se divisan las montañas. ¿Será ésta la apertura desde la que se pilota la nave?
Ninguna pared o delimitación visual ha interrumpido el recorrido por las partes comunes. Las únicas separaciones se han usado para crear espacios privados en la parte baja, donde también se encuentra la zona de servicio. Pero ni en esas divisiones se ha recurrido a la línea recta. Las curvas siguen imprimiendo a todos los espacios un movimiento sinuoso, armónico y calmado.
Al perder de vista conceptos como “muros de carga” o “pilares” podríamos pensar que la Nautilus no es una edificación sólida y segura. Sin embargo, la construcción está realizada con ferro-cemento, lo que permite, por un lado, que el edificio no requiera ningún tipo de mantenimiento adicional para evitar su deterioro, y por otro, que esté a prueba de terremotos en una zona donde los temblores, como cualquier otra molestia, forman parte de los imponderables de la vida cotidiana. Podría pensarse igualmente que una residencia de estas características no es práctica para ser habitada por una familia “de verdad”. Sin embargo, en ella vive actualmente una pareja con sus dos hijos.
En cuanto al interiorismo, éste se integra a su vez con toda la filosofía orgánica del conjunto en un homenaje tanto a la artesanía mexicana como a los maestros del arquitecto: Gaudí o Hundertwasser, entre otros. Para muestra, la colorida vidriera del zaguán o las piedras incrustadas en las paredes, incluso, de algunas zonas residuales convertidas en algo más: el lavabo, por ejemplo, adquiere personalidad propia con un chorro de agua en un nicho de la pared, como si fuera un pequeño manantial alojado en la roca. En la cocina, también de perspectiva curva, la campana se viste con el mismo material y parece una cueva natural para cocinar. Dentro de las habitaciones, pequeñas oquedades dejan entrar la luz del día como en las casas trogloditas tan resguardadas de las inclemencias del clima.
Tras el viaje, nos damos cuenta de que la casa Nautilus no imita la naturaleza. Mucho más que eso, se inspira en ella para encontrar las claves que transforman una vivienda en un lugar armónico para sus habitantes. Por eso los trabajos de Sonosiain son tan marcadamente diferentes, aunque todos tengan en común la preocupación del arquitecto por inventar en cada lugar una nueva conciencia de la forma y del espacio.