Filip Custic. La virtualidad y el ego en el Museo Cerralbo

Filip Custic y la cultura consumista

Vivimos en la velocidad. En una carrera que acelera su paso igual que una pelota lo hace por una pendiente. En ese movimiento infinito de scrolling con el que despachamos imágenes, vídeos, etc. Nos referimos a la tan masticada sociedad consumista, esa del capitalismo desbocado que necesita todo para ayer y lo de mañana para hoy. Algo de lo que, en parte, también habla la obra de Filip Custic: un joven creador que construye su práctica artística sobre lo virtual.

“Es la cultura capitalista la que ha disparado mi imaginación. (…) la cultura consumista nos convierte en una especie de productos que son más valiosos según su capacidad de ser monetizados”, nos comenta Custic. Fruto de esta celeridad contemporánea es su propio caso: un artista que apenas está iniciando su biografía profesional —eso sí, muy fructífera y mediática—, y que ya cuenta con su primera retrospectiva tras una década de producción: pq hacemos lo q hacemos?

Y es que tal vez hablar de retrospectiva con un autor tan joven se deba a la necesidad de disponer, de manera inmediata, la solidez discursiva y evolutiva que no se consigue simplemente con nombrarla. La vida —y por tanto la carrera artística— requiere de tiempo, de tiempo transcurrido y de trayectoria transitada. Urgencia que Filip conoce y con la que nutre su trabajo mediante el ecosistema imperante —el consumo masivo de imágenes o el universo de las redes— para, desde ahí, lanzar sus dudas, sus pesquisas y sus piezas. 

Selfies y museos en PhotoEspaña 24

Dicho esto, PhotoEspaña 24 ha enmarcado su muestra —dentro de la sesión oficial— en varias estancias del Museo Cerralbo, donde nos topamos con su lirismo visual y estético. Custic representa el momento exacto en el que vive: polarización, virtualidad, frenesí, tecnología. Y hasta sus orígenes evidencian su multiculturalidad: padres croatas exiliados, él nacido en las Islas Canarias y con residencia actual en Madrid. Cumplida ya la treintena, atesora un ramillete de exhibiciones que le han llevado por numerosos espacios. Valga de ejemplo Parco en Tokio o el Palazzo Giustinian Lolin en Venecia. Mientras que en España se le ha podido ver en la capital, en la Colección SOLO y en Matadero Madrid, así como en el Caixaforum de Barcelona o en La Térmica de Málaga, entre otros muchos. 

La elección de este palacio, que nació con la idea de terminar siendo un museo, es importante para esta exposición. Hablamos de un “museo ambiente” que mantiene su decoración original y en el que se acumulan infinidad de objetos y obras de arte o arqueológicas. En este clima, la “retrospectiva” de Custic —de carácter tecnológico— podría hacer pensar en un choque de estilos y culturas: lo digital versus el clasicismo, el eclecticismo y el romanticismo que imperan en el Cerralbo. Pero ni esto ni las temáticas de Custic rechinan. Como él mismo confesó: “Investigando, me di cuenta de que el único factor diferenciado entre nuestra era y la de hace cien años es la tecnología, internet y que lo nuevo que yo podría aportar a mi tiempo es explotar el concepto tecnológico”.  

De lo virtual a la materia en el Museo Cerralbo

Con esta premisa, en la recopilación de trabajos —donde hay algunos inéditos, como los retratos a la cantante Arca— vislumbramos el interés del autor por la identidad, la apariencia o el cuerpo —principalmente el propio—. Así como su curiosidad por los márgenes en los que muchos habitan y se salen de la norma. Su porfolio se vertebra mediante el uso fotográfico y el retoque. Aunque igualmente incorpora instalaciones, esculturas, videoarte y todo aquello que le permita dar salida a sus inquietudes. “No uso papel, solo iPad”, ha dicho en algunas ocasiones. Una declaración de intenciones que deja claro el periodo cronológico en el que se ubica y el control que posee de los medios tecnológicos y del imaginario visual imperante.  

Esto ha conllevado que muchas de sus piezas no suelan transitar de lo digital al plano material; como ocurre con las imágenes del álbum El mal querer de Rosalía (2018). Sobre este aspecto afirmaba: “Me gusta traer la virtualidad a la realidad. Creo que mi camino creativo va a ser ese, materializar en este plano. También es bastante curioso porque vivimos en la época de la virtualidad y a mí es cuando más me apetece materializar, pero quizás forma parte del proceso”. 

Pantallas, espejos, selfies o el protagonismo del cuerpo y su viralización en redes, junto a la ambigüedad, la diversidad de género o la metamorfosis son aspectos que engloban la “ideología” creativa que está configurando la estética y narrativa del tinerfeño; además de los duales: cuerpo y tecnología, realidad y virtualidad. Y tras todo ello, la máscara como ese elemento con el que transitar de la ficción a lo humano. Un organismo —el de Custic— catalizador, filtro y frontera.  “Vivimos en una era del ego; pero también del amor propio, así que pienso que nuestra era es muy narcisista y en mi trabajo me preocupa cuestionarme quién soy, quién fui y quién voy a ser. El existencialismo por sí mismo es el tema que más me interesa ahora mismo”.