Fotografía: Adrien Williams
Desconcertar. Eso es lo que pretendía el arquitecto canadiense Jean de Lessard cuando plasmó sobre papel los primeros bocetos del restaurante japonés Izakaya Kinoya. ¿La inspiración? El mismo concepto de izakaya: ese lugar informal donde los nipones beben cerveza y sake después del trabajo.
Lo que a priori parece un puzle roto en mil pedazos y recompuesto sin orden alguno, es en realidad un complicado juego de geometrías fractales mediante paneles inclinados. Un efecto ciertamente estridente aunque apaciguado con las maderas recicladas que se han usado para construirlo. “Para que un espacio -explica Jean de Lessard- llegue a convertirse en emoción, debe generar su propia energía. Por eso diseñé un local totalmente centrado en el negocio de la fiesta. Sus elementos son deliberadamente opresivos, agresivos, ásperos y anárquicos”.
Izakaya Kinoya es una taberna de carácter urbano con grafitis y motivos japoneses que de algún modo nos traen a la mente esos sórdidos bares portuarios de clientela ruda y tatuada. No es el caso, aunque el comensal sí debe tener claro que la distribución de Izakaya obliga a compartir el sake casi codo con codo con el resto de clientes. “Jean me dijo lo que él quería sentir en este restaurante. Sentir incluso agobio. Es una cueva de fantasía donde la gente está en un constante modo de exploración visual”, afirma Dominic Samson, carpintero encargado del proyecto.
Estas declaraciones nos confirman la filosofía sobre la que trabaja Lessard. Según él, en un mundo ocupado por las redes sociales, la ruptura de las relaciones interpersonales y los límites físicos nos llevan a redefinir el concepto de interiorismo. ¿Cómo? Creando lugares con una fuerte identidad y liberándolos de conceptos convencionales. “Nuestro enfoque -continúa el arquitecto- consiste en experimentar las distintas maneras de ocupar el espacio por medio siempre de un caos dominado”.
