Is this even real? es una muestra de esculturas botánicas donde los materiales y la técnica de Lilo Klinkenberg ofrece una visión distinta de la naturaleza. A medio camino entre lo vegetal y lo artificial, surge una pregunta: ¿lo que vemos pertenece al mundo real o al de la ficción?
Studio Lilo Molds: cuando naturaleza y artificio se encuentran
Imagina un invernadero silente donde las plantas, en todos sus colores y texturas, parecieran haberse desvanecido en algo cercano al mito. Igual que un jardín recién salido del país de las maravillas de Lewis Carroll, la muestra Is this even real? brota en Berlín para introducirnos en un laberinto de esculturas botánicas. Este ejercicio entre lo orgánico y lo imaginado ha sido desarrollado por Lilo Klinkenberg —fundadora de Studio Lilo— con el fin de explorar el punto exacto en que lo natural se torna un enigma que acaba envolviéndonos.
Recorrer esta maraña de musgo simétrico en la galería BAM puede transmitir una sensación similar a la de habitar los paisajes surrealistas de Edward James en Xilitla, o de contemplar las escenografías artificiales de Pierre Huyghe, aunque con un grado más onírico e inquietante. Con esta serie de figuras amorfas, Klinkenberg busca darle una explicación al concepto de jardín, definirlo como una construcción humana que intenta domesticar la foresta salvaje. Y es que toda esta propuesta nos obliga a pensar hasta qué punto lo vegetal puede ser representado sin perder su esencia.
Arte floral con estilo onírico
A lo largo de su carrera, Klinkenberg ha desarrollado un lenguaje basado en el empleo de materiales inusuales para el diseño floral. Lo comprobamos en su uso de la arcilla y la fibra como si fuesen raíces que se retuercen y prosperan siguiendo el crecimiento estipulado; o en el proyecto Avenir, donde ya experimentaba con la transformación de componentes, como la malla de gallinero, para establecer contornos similares a los que encontramos aquí.
Estos tótems reivindican su libre albedrío configurando una atmósfera que, en palabras de Klinkenberg, «sugiere un retorno a la naturaleza a través de la ilusión». Un concepto que resulta casi una paradoja visual, pues la disposición que ocupan los seres de Is this even real? dentro del entorno expositivo los convierte en muros que impiden el tránsito fluido. Surge así una tensión, una danza entre humanos y entes florales que se miran y descifran al unísono. Un misterio que se sirve de especies como la buria o el musgo para erigirse e increparnos de forma silenciosa.
Sin salir de una sala cerrada a cal y canto, Klinkenberg nos transporta a un limbo entre la realidad y lo simulado, plantando un ecosistema donde criaturas boscosas quedaron petrificadas en extrañas posiciones. ¿Qué fueron antes de convertirse en árbol? ¿Es eso lo que la tierra siente ante el dominio del hombre? Nunca lo sabremos, pues “todo en la naturaleza tiene una dualidad misteriosa”, escribía Arthur Machen en The Hill of the Dreams. “Una que le hace parecer temporal y eterno como parte de este mundo y, al mismo tiempo, como algo ajeno a él”.
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