Ramen que brilla en la oscuridad, gelatina arquitectónica, el postre más ligero del mundo o helados que no se derriten. ¿Qué tienen todas estas ideas en común? La respuesta está en Bompas & Parr, un estudio londinense donde todo parece posible. ¿A qué se dedican entonces? La pregunta oportuna en este caso sería: ¿a qué no se dedican? Si algo se puede oler, saborear, ver, oír o tocar, les interesa.
Bompas & Parr. Empresa de Food Design
Vayamos al principio de todo, que es la gelatina. Quizá no de todo, pero sí de Bompas & Parr como empresa de diseño. De la gelatina pasaron al alcohol, del alcohol a la comida y de la comida al amplísimo espectro de las vivencias estimulantes. Sam Bompas y Harry Parr, con formación en arquitectura y marketing, se conocían del colegio y, tras encontrarse de nuevo en 2007, decidieron poner en marcha un proyecto juntos. Así es como montaron en el sur de Londres uno de los lugares más peculiares de Gran Bretaña: su estudio. Hoy en día cuentan con más de veinte empleados, además de colaboradores freelance, para desarrollar sus delirantes propuestas creativas.
A nadie que lea esta sección le sorprenderá: nos cautivan especialmente sus creaciones relacionadas con la comida. Y como cabría esperar de una compañía de experiencias sensoriales, la comida es su fuerte. Comer es una de las pocas actividades —junto con el sexo— en las que intervienen todos nuestros sentidos y, también, una mina de oportunidades para las dos mentes pensantes de Bompas & Parr.
Partiendo de preguntas que a más de uno le pueden sonar a anuncio de compresas —“¿a qué sabe el cielo?” —, llegan a respuestas como “el postre más ligero del mundo”: merengue a base de aerogel, un material comestible compuesto en un 99,8% de aire. Ni más ni menos que el elemento sólido más liviano del planeta.
Este invento surgió de la colaboración con la firma de Hamburgo Aerogelex. Y es que esa es precisamente una de las claves de su éxito: la investigación rigurosa con toda clase de profesionales. Podemos leer en su web que buscan “cualquier tipo de freelance”. Estar abiertos a las posibilidades es el eje fundamental de su trabajo. Pero volvamos al postre en cuestión.
Debemos decir que esta tecnología fue desarrollada por el químico Samuel Kistler en 1930, cuando reemplazó el componente líquido del gel por gas, que hasta ahora no se había convertido en algo alimenticio. Lo más parecido a comer nubes, como la nube de gin-tonic que crearon para celebrar la Nochevieja de 2013 en Londres.
De lo líquido a lo gaseoso y del frío al frío. Otro de sus descubrimientos son los polos que no se derriten, o al menos no durante una hora. Su inspiración en este caso fue el calentamiento global. Una vez más rescataron un componente que no es nuevo, sino que fue inventado por Geoffrey Pyke durante la segunda guerra mundial. El original consistía en una mezcla de serrín y virutas de madera mezcladas con agua que resultó ser extremadamente resistente.
Al sustituir la madera por fibras de fruta damos con un ingrediente de características similares y, además, comestible. El producto se pudo probar en 2018 en una exposición organizada en King’s Cross (Londres), donde se encontraba el centro del comercio de hielo. Y no solo no se derretían, sino que los helados que ofrecieron al público también brillaban en la oscuridad.
Los snacks fosforescentes no eran nuevos para ellos, sino fruto de una propuesta previa, y estaban pensados para comer en el cine. Resulta tierna y muy de agradecer esta aplicación de la tecnología a proyectos con fines lúdicos y hedonistas.
Estos son solo algunos ejemplos de su trabajo, aunque todos transmiten entusiasmo. Recomendamos al lector echar un vistazo a su porfolio, visitar sus instalaciones y participar en ellas siempre que se tenga ocasión. Puede parecer una frivolidad, pero, además de vacunas y agua potable, todos necesitamos un poco de alegría de vivir.
