David Adjaye erige un bosque piramidal para la Bienal de Arquitectura de Venecia

Un espacio de encuentro para la Bienal de Arquitectura de Venecia 2023

David Adjaye ha vuelto al Giardini de Venecia con la intención de enseñarnos que lo que percibimos no es el mundo, sino tan solo una parte de él. En la presente edición de la Bienal de Arquitectura de Venecia, el británico-ghanés nos ha convocado a la sombra de una estructura triangular que levita a orillas del Gran Canal; y todo para hablarnos de aquello que, aun estando próximo, sentimos indiscernible.

Miramos y solo vemos lo que ya sabemos ver: un inventario figurativo parcial que, sujeto a las variaciones ambientales, cobra vida al ser traspasado por la luz. Diseñada integralmente en madera con acabados teñidos en negro, esta arquitectura efímera se concibe como un lugar privilegiado donde encontrar cobijo y refugiarse cuando se llega al final del recorrido expositivo. Del mismo modo, también presenta un uso como plataforma para albergar la programación cultural de la Bienal.

Luz y sombra en la materialidad de David Adjaye

Cuando intentamos su conquista como imagen, este volumen reposa sobre un fondo vivaz de inestabilidad y penumbras. Una figura triangular nítida que sorprende con un interior de vagas luces y sombras. Lo que importa en ella, según Adjaye, es hacer visibles ciertos asuntos esenciales como la gravedad o la luz en cuanto a material constructivo. En ese sentido, su instalación significa un esfuerzo de clarificación de ciertos conceptos arquitectónicos que orbitan alrededor de la noción de inmaterialidad.

Bajo el nombre de Kwaeε —que significa “bosque”—, esta estructura modular prefabricada y reutilizable está concebida como un reloj de sol que enfatiza el paso del tiempo, acompasado con el ir y venir de la luminosidad. Al final, se trata de un cuerpo frágil donde parece que todas las piezas de su dermis escamada levitan y se desprenden sobre el pavimento, igual que un manto de lluvia fina.

David Adjaye y el espacio intermedio

Su posición, su tamaño, su centralidad o su liviandad hacen que esta pirámide de 13 metros aterrice y se pose sobre las dársenas del Arsenale, generando un pasaje unificado gracias a una plataforma que la arriostra y por la que se accede. Una vez dentro, se tiene la sensación de estar dentro de un paisaje cuevista. El interior se nos presenta como un ovoide distorsionado y esculpido en el intradós de su piel.

A pesar de parecer tan solo un objeto entre objetos —y sujeto a las mismas contingencias ambientales que cualquier otro—, la aparición de este elemento en el Giardini satisface un desempeño comunicativo que desentraña el sentido vago, inmaterial y abstracto de aquello que los arquitectos llaman como espacio intermedio. Y es que esa función de espejo y esa voluntad por clarificar aviva y sostiene casi toda la obra de David Adjaye, donde esta pirámide tan solo ha sido un ejercicio de síntesis perfecta.

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