El estudio portugués de Bernardo Rodrigues recibió un encargo de la pequeña población agrícola Ponta Garça, al sur de la isla de San Miguel, en las Azores. Corría el año 2011 cuando se les encomendó realizar una capilla que vinculase el cementerio local —al norte de la vía principal— con el resto del pueblo. Y el resultado fue la Capela da Luz Eterna: una pirámide invertida forrada en mármol verde Guatemala.
Una arquitectura religiosa para unir espacios
Para conectar el cementerio con la población se pensó en un sagrario que recibiese a la gente en su subida hacia el camposanto. Este gesto propuesto por el consistorio se vio inmediatamente envuelto en muchos otros gestos más. Bernardo Rodrigues parece tener una predilección inequívoca por los volúmenes y las superficies autorreferenciales; inspirado por la visita al altar de Carlo Scarpa con el que ilumina Tomba Brion, Rodrigues lo tuvo claro. Al día siguiente ya estaba bocetando con sus colaboradores la forma definitiva: una pirámide invertida.
Aparentemente, en esta silueta geométrica encontró lo que buscaba: presencia, significación y alguna que otra vuelta más de tuerca simbólica. La figura pasaría por ser una flor que se abre al sol, y una ligera inclinación haría que rindiese pleitesía al poblado, a la tierra y al océano. Además, su reflejo en un pequeño estanque serviría como nexo de unión con la vegetación colindante. De hecho, en un pequeño paseo por Google Maps, podemos ver cómo las vacas siguen pastando en las cercanías, ahora ya entre nuevas edificaciones de estilo vernáculo.
La capilla en forma de pirámide invertida
Para su ejecución estructural y funcional, la pirámide se dividió en dos partes. La base de hormigón acoge la pequeña habitación para el cura y un baño; mientras que el piso superior actúa de altar propiamente dicho y está realizado en acero. Por dentro, todo se recubre con paramentos pintados en color plata. Y en su fachada, las placas de mármol verde Guatemala —en una clara alusión al paisaje— se sujetan de la estructura por elementos vistos de acero revestido en cobre —con el gracioso toque de motitas rojas que esto supone—.
A la capilla se accede desde el lado opuesto a la subida, por una abertura vertical de seis metros; es entonces cuando llega la sorpresa. La zona del fondo, reservada al altar, resulta ser la más baja de la estancia, una representación extraña en esta tipología. Pero solo cuando se tiene el cementerio de frente se puede presenciar cómo el espacio se abre al exterior, a la luz, autoproclamando su nombre: la Capilla da Luz Eterna.
Pareciera que no quisiera encerrar la luminosidad solo entre sus paredes o llevar a cabo la subida a los cielos desde allí, sino en la parte de fuera. La sensación que da es la de albergar la oscuridad de los tiempos en que, constructivamente, no sabía contener la claridad y había que iluminar con velas, aquí transmutadas en las pequeñas aperturas del perímetro del techo inclinado. Durante el desarrollo del proyecto, Rodrigues sufrió la pérdida de su hijo y aplicó su proceso de duelo a la toma de decisiones. No especifica nada al respecto, pero seguro que el recogimiento interior y la salida a la luz tienen que ver con ello.
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Dos, la inferior de hormigón para uso privado del curo y la superior de estructura metálica para las celebraciones,
Si bien el mausoleo brutalista de Carlo Scarpa está realizado en hormigón, para la apertura cenital utiliza un material más cálido, la madera.