Madera, luz y paisaje. Los proyectos de Archstudio giran en torno a estos elementos. El estudio de arquitectura chino domina la distribución de espacios y sabe cómo realzar cada rincón desde la perspectiva adecuada. Lejos de encasillarse, acoge cada nuevo proyecto como un reto. Para su fundador, Han Wenqiang, la arquitectura contemporánea es abrazada por la tecnología y la naturaleza a partes iguales.
Hasta hace no demasiados años, el universo de la arquitectura venía determinado por una fecha y un lugar. El Renacimiento no desarrolló sus líneas de la misma manera en Francia que en Italia. El Historicismo dio paso a obras como el Parlamento de Londres, mientras que en Alemania, años después, comenzaban los primeros signos de lo que más tarde se convertiría en la Bauhaus. El modernismo encontró su máxima inspiración en las formas orgánicas, y más adelante Mies Van der Rohe defendía que “menos es más”. El arte se definía por cuestiones culturales y políticas. Por límites geográficos e históricos.
Sin embargo, la globalización cambió la manera de entender el mundo e invadió nuestras vidas. Hoy la mayoría de esos límites han desaparecido. Creamos espacios en función de muchos factores que deben encajar, pero permitimos que influencias de otros países, movimientos y estilos enriquezcan el trabajo en cualquier disciplina artística.
Archstudio está en ese bando. Cuenta con ese tipo de creativos. Aquellos que decidieron que nacer y desarrollar su carrera en una nación con tanto peso milenario como China no marcaría sus acciones ni limitaría sus capacidades. Se permitieron fusionar sus conocimientos con elementos más occidentales de un modo muy estudiado. Tal y como ellos mismo aseguran, se dedican “a utilizar múltiples perspectivas y métodos racionales para intervenir en el desarrollo urbano contemporáneo, y encontrar el equilibrio adecuado entre las conexiones de la realidad y el planeta, la historia y la cultura”.
Santuario a Buda en Tangshan
Cuando surgió la oportunidad de planear un templo budista, el reto del estudio fue crear un refugio que invitara a la meditación y a la contemplación, y que a la vez cubriera las necesidades de sus residentes. Un diseño que naciera del propio entorno y que se entremezclara con él. Ser parte y continuidad. Transgresor e innovador. “El concepto comienza a partir de la vinculación entre el edificio y el paisaje oculto bajo el montículo, mientras que se presenta el temperamento divino de la naturaleza como un espacio que fluye. Un lugar con poder de percepción donde coexisten los árboles, el agua, Buda y el ser humano”, explica Han Wenqiang.
El proyecto está ubicado en una zona rural cerca de un río y rodeado por un bosque centenario. Un cuadro perfecto que se integra con el interior, donde la luz ha tenido un tratamiento especial. La iluminación natural recorre las diferentes estancias de una manera casi mística, entrando por los enormes ventanales y, cenitalmente, a través de las claraboyas. La habitación de Buda cuenta con un tragaluz directo que lo hace lucir resplandeciente. Por su lado, el contorno de los muros exteriores se desvanece entre los jardines, mientras que la superficie de paredes y techo se confunde con los troncos. Un revestimiento cuya base es el hormigón, encofrado con listones de pino para conseguir una textura mucho más orgánica y armónica.
Si echamos un ojo al plano, descubrimos dibujada la silueta de un árbol central del que van saliendo diferentes ramas que se conectan con el medio. Ser parte de él, tal y como indica el pensamiento Zen. Dirigir el espacio desde su proyección, para que la percepción de quienes lo ocupan se vea embargada por los detalles de convivir en un hábitat sosegado.
Abierto al mundo
Archstudio diseña desde el interior hacia fuera. Son conscientes de que el exterior tiene una importancia muy grande. Tanto o más que los propios materiales. La idea básica desde la que parece brotar su discurso creativo consiste en difuminar las fronteras de sus edificios, permitiendo una comunicación abierta y una vuelta a la esencialidad propia de la vida oriental.
En el caso de Villa Haitang, por ejemplo, hacen una clara distinción entre vida pública y privada, teniendo incluso entradas separadas. Disciernen entre lo que verá la gente que venga de visita y el cómo viven sus dueños. Conforme más íntimas se hacen las estancias, más austeras son. La decoración va desapareciendo hasta quedar reducida a paredes blancas o grises con líneas rectas y sencillas. La madera -su material fetiche- es relegada para dar calidez a las zonas compartidas en las que incluso se ha ido entremezclando con el vacío. Los elementos divisorios parecen trasladar la profundidad del bosque a las áreas comunes, y las estanterías de roble se plantean con la certeza de que su iluminación y robustez abraza y atrapa.
Por otro lado, en el distrito este de Beijing, una antigua nave empresarial fue reconvertida en una casa de té. El reto: adaptarla a las necesidades contemporáneas sin perder su esencia. Es decir, que el proyecto se convirtiera en una conversación fluida entre lo viejo y lo nuevo. Entre el valor de la conservación artística y la exigencia de la vida actual. Para ello, hubo que reparar estructuralmente diversos elementos respetando el valor histórico de la construcción. Una realidad compleja que se simplificó con un recurso tremendamente recurrente para este equipo asentado en la capital china: la inclusión de lo natural.
Una actitud zen
Los creativos orientales se enfrentan cada día al peso de otras tradiciones tan importantes como la suya. Existe una parte de su sociedad que reclama modernidad y occidentalización, frente a los que abogan por una mirada milenaria. Muchos son los que se apuntan a la combinación de estas dos vías. Para los pocos que logran resultados interesantes, el papel de la serenidad estética es crucial en la contraposición oriente-occidente. Para estos estudios, la elección de materiales no es fortuita. La madera, el cristal, la piedra y el metal se convierten en el hilo conductor de la mayoría de sus propuestas. En ellas, el respeto al pasado pasa por adaptarlo a las nuevas demandas. Y como grandes expertos en el arte de la insinuación, integran la iluminación hasta el punto de estar sin ser vista: delimitando lo público de la intimidad sin aislar lo uno de lo otro.
Archstudio se posiciona como uno de los equipos que más y mejor miran al resto del mundo sin olvidar la riqueza cultural que los envuelve. Conseguir ese equilibrio no es fácil. Mantener ese nivel es, cuanto menos, de revista. Ellos lo consiguen creando entornos humanistas llenos del espíritu de los tiempos.
