El colegio de Santiago Apóstol del barrio valenciano de El Cabañal ha logrado sacar provecho de un solar vacío. Un sitio tan inhóspito como un aparcamiento informal se consigue utilizar como parque de juegos por un centro escolar sin patio de recreo. Una simbiosis de manual protagonista de la conquista urbana más prodigiosa, la recuperación de una plaza para la ciudadanía.
Mobiliario urbano contra el aparcamiento
El patio del colegio es quizá el primer lugar de interacción en la vida de las personas que vivimos en una ciudad. En él podemos relacionarnos de forma autónoma con otros individuos iguales a nosotros sin vigilancia ni medidas de seguridad. Es, por tanto, el primer terreno para el aprendizaje político y social. La primera plaza.
Zona Santiago se transforma en un espacio para los valencianos gracias a una labor de gestión, que ha fomentado la participación ciudadana, y a la intervención de Javier Molinero y Bernat Ivars al diseñar un objeto capaz de expulsar al vehículo privado.
Un mobiliario urbano como pabellón totalmente abierto para la ventilación y las circulaciones, pero lo suficientemente cerrado para favorecer actividades a la sombra del umbráculo. Con una estructura de costillas revestida por listones de madera, se consigue un plano inclinado que mira hacia el centro; un gesto sencillo con el que la pieza se vuelve más funcional para la reunión o el descanso y, a la vez, más divertida para el recreo de los niños.
La cápsula se asoma desde un rincón de la parcela y saluda al viandante. Las entradas permiten la vista de la calle, pero el interior no se muestra por completo para generar en el peatón esa curiosidad seductora que le haga detenerse.
Un parque de juegos no solo para el colegio
Zona Santiago es un trabajo invisible materializado en un volumen arquitectónico. Existe una tarea, tremendamente tediosa, para poder llegar a sitios donde es evidente que el planeamiento no encaja y donde son necesarias otro tipo de herramientas más desenfadadas y más versátiles.
La voluntad detrás de esta iniciativa trasciende más allá del proyecto. El colegio contará con un área para que los niños puedan jugar al aire libre, pero los vecinos también podrán disfrutar de un espacio donde reunirse, debatir sobre los problemas del barrio o realizar actividades.
La instalación mira a la urbe como hizo Aldo Van Eyck en sus playgrounds: lejos de la idea de una ciudad funcionalista, que solo sirve para moverse de un lado a otro, y con la convicción de que hay multitud de sucesos que aún pueden acontecer en un solar atestado de coches.
En este enlace puedes conocer The Playscape, una antigua fábrica reconvertida en espacio de juego.
