A estas alturas de siglo, el MALBA es una referencia en la capital argentina. Los autores de este museo, el estudio Atelman-Fourcade-Tapia, se encargaron de dar forma a una estructura icónica donde ubicar una gran colección de arte latinoamericano. Pues bien, después de 17 años de vida, esta mole deconstructivista requería una rehabilitación interior. Una revisión pensada para intensificar la experiencia de sus usuarios y ampliar las posibilidades de su oferta.
Para ello, se ha llevado a cabo un ambicioso proyecto de actualización en la planta baja, mejorando el acceso, la circulación y la calidad de los servicios. El encargado ha sido el arquitecto madrileño Juan Herreros, que con su equipo ha sabido resolver las nuevas demandas de esta institución. El punto de partida era otorgar un papel más activo a sus zonas públicas con el objetivo de abrirlas a la ciudad. Que no fueran simples vías de acceso a las exposiciones. Con esta idea, se ha recurrido, por un lado, a pequeñas estructuras de madera, acero y aluminio (mesas, asientos, estanterías); y por otro, a un suelo continuo de aire industrial, al que Phedra -la piedra sintetizada de Neolith- aporta rotundidad por las sombras grisáceas propias de este modelo.
El resultado es un elegante minimalismo donde el menos es más se ha orientado a resolver las necesidades del visitante en un ámbito decididamente diáfano. Una intervención que acredita la capacidad de Herreros para gestionar los espacios artísticos. No en vano, en su currículum cuenta con la remodelación de las áreas expositivas del Reina Sofía en Madrid, o el Museo Edvard Munch, en Oslo, que se inaugura en 2019.
