Desde materiales en bruto hasta acabados introspectivos, la obra del diseñador español Manu Bañó está profundamente arraigada con el entorno mexicano que habita, revelando capas de historia y textura como vemos en su reciente producción de objetos en solitario.
Diseño español con raíces mexicanas
El arraigo es una forma de estar en armonía con la naturaleza, afirma Lyanda Lynn Haupt en su libro Raíces. Manu Bañó se encuentra arraigado a México, el centro desde el que germina y brota toda su creación. Este diseñador valenciano se expresa en consonancia con su entorno actual mediante sus gestos aparentemente sencillos y sutiles aplicados a materiales en bruto.

Su aprendizaje en Esrawe Studio y su participación activa como cofundador de EWE Studio, junto a Héctor Esrawe y Age Salajōe, no le abandonan en su desarrollo individual. Una evolución que nace de esta reciprocidad orgánica, este acto de “recibir para crear” como una inmersión de bosque moderno; uno en el que la fructífera empatía de la inquieta y compleja naturaleza mexicana continúa tocándole mientras él la corresponde con sus objetos, que muestran una integridad matérica repleta de contrastes.


Después de sumergirse en el paisaje, la llamada de vuelta al hogar es dulce, y no menos salvaje que el anhelo de soledad. Así pues, rociado con estas referencias, Bañó ha lanzado una nueva colección de edición limitada en solitario. Su aparición ermitaña ofrece una visión del diseño por capas y texturas que narran las distintas profundidades de la materia. Como él mismo explica en su proyecto, expuesto recientemente en la Collectional Gallery de Dubái: “Desenterrar significa excavar en el pasado y hallar historias interesantes.” Y en una transmutación lenta y gradual, refleja su versión alquimista del metal mediante técnicas ancestrales con acabados bellos.


La ancestralidad en las piezas de Manu Bañó
Esta producción y exploración en calma resulta en piezas finales que exhiben el proceso. Los elementos cubren y descubren las variantes de los componentes, lo que genera un aura contemplativa y de meditación donde el propio objeto nos induce a conocer su origen. Su armario OBJ-10 es un volumen monomaterial de cobre que presenta dos caras. Su exterior brutalista lleno de huellas artesanas no pasa desapercibido, pero la tensión entre lo geométrico y lo orgánico con una apertura central incita a desnudar su fachada, para observar dentro una envoltura que nos sorprende brillante. Este mueble de aspecto ancestral plantea una metáfora sobre la importancia de ser curioso, de desvelar la sensibilidad de lo que nos rodea y arraigarse a la pulcritud interna. Es muy sencillo dejar nuestro rastro sobre la superficie; sin embargo, los mejores tesoros se hallan bajo el suelo.


Dicha dualidad, traducida en una bidireccionalidad lumínica, también se da en su lámpara colgante OBJ-09. Es funcional y, al mismo tiempo, emana equilibrio gracias a sus dos sentidos de proyección: hacia arriba y hacia abajo. Su luz tenue y anciana se debe a su interior cobre; una llama cálida y antigua que abrasa, tiñendo con la oscuridad del grafito la estructura de la luminaria. Y así, una vez más se configura la antítesis visual que realza la expresividad metálica.


Con los espejos óvalo OBJ-08, Manu Bañó expone una única obra en simetría tridimensional: cóncavo y convexo. Aquí se vuelven a confrontar las texturas y las marcas del proceso de elaboración con el acabado reflectante, dando lugar a un espejo que revela su propia identidad. Pues, ¿qué puede representar mejor la vida introspectiva del ermitaño que su propia reflexión? En el pulido, el cobre se depura a sí mismo y se evade de todas las capas: se muestra humano, encontrando su propia personalidad bañada de su tierra no natal.


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