En Chongqing, China, el hotel Xanadu Chongchongshan de Wilburban Architects ha logrado reconsiderar el hospitality desde otras miras. Con un diseño orgánico que ondula por el bosque de cedros, su arquitectura fusiona hormigón, naturaleza y contemplación, ofreciendo un refugio de apariencia extraordinaria y de carácter mucho más intimista.
Xanadu Chongchongshan: un hotel que abraza el brutalismo
Cuando Le Corbusier levantó la catedral de Ronchamp, la arquitectura sacra se deshizo en nuevos preceptos. Las curvas de hormigón que desafiaron la ortogonalidad tradicional dieron cabida a otra visión: la morfología debía adaptarse a los sentidos, al entorno y a una espiritualidad más terrenal. Y aunque aquello sucedió en 1955, ahora en un rincón montañoso de Chongqing (China) los arquitectos de Wilburban han reescrito las reglas del diseño hotelero, con un proyecto que comparte esa misma rebeldía. Xanadu Chongchongshan ofrece la estadía que se espera de un hotel, pero su estructura de corte brutalista, que ondea al son del bosque de cedros y el terreno en el que se asienta, nos inserta en una experiencia más introspectiva.
Como un eco de las propias montañas, los pabellones de Xanadu Chongchongshan emergen del suelo con una configuración sinuosa, que se compone principalmente de hormigón texturizado. Esta apariencia casi táctil se palpa en la rugosidad de los muros, que parecen filtrar la luz y cuyas tonalidades grisáceas se mimetizan con los marrones del paisaje circundante. El emplazamiento —cuidadosamente elegido— aprovecha las vistas panorámicas de los montes y los valles, promoviendo una conexión directa con la propia naturaleza. Y lo observamos en el resto de materiales, como la madera —tratada para resistir las inclemencias del tiempo— que reviste algunos interiores, o las piedras —recolectadas de la región— que se emplean en caminos y detalles estructurales.
La arquitectura orgánica de Wilburban Architects
Los tres edificios que conforman el conjunto están concebidos para aprovechar las condiciones climáticas locales, con grandes aperturas acristaladas para la entrada de luz natural y ventilación cruzada. Además, lejos de la simetría rígida, el equipo de Wilburban Architects ha optado por una disposición en la que cada módulo encuentra su lugar dentro del paraje. Esto se complementa con los senderos que conectan las unidades, que serpentean entre los árboles guiando al visitante a través de la foresta a modo de aventura. Dentro, cada volumen sigue la misma lógica: espacios abiertos que fluyen hacia el exterior, techos curvados de inspiración biomimética y grandes ventanales que enmarcan vistas específicas de la sierra.
Acostumbrados a una arquitectura hotelera que ha oscilado entre el lujo ostentoso y la funcionalidad básica, en Xanadu Chongchongshan se alcanza el punto intermedio con otra manera de reivindicar la hospitalidad. Igual que Le Corbusier redefinió el ambiente sacro a través de la radicalidad formal, Wilburban Architects ha hecho lo propio con el sector hotelero, apelando a una sensibilidad que abandona lo superfluo y prioriza la desconexión contemplativa. Y el resultado da la talla: un poema de hormigón cuyo propósito arquitectónico, como buscaba Le Corbusier, “es deleitarnos”.
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