Sofisticadas, elegantes y sin ornamentos, las propuestas de este dúo británico potencian el estado natural de los materiales, los objetos y los espacios. Entre el valor escultórico y el funcional, crean experiencias emocionales que invitan a la acción y la contemplación. Y todo ello, hecho a mano.
Rescatar muebles abandonados para darles nueva vida, construir atmósferas intemporales, encontrar un sentido impredecible a los objetos, crear desde la acción más que desde la contemplación. Así podemos presentar el manifiesto de JAMESPLUMB, el estudio londinense compuesto por los artistas James Russell (Belfast, Irlanda del Norte, 1980) y Hannah Plumb (Surrey, Inglaterra, 1981). Sus elegantes y sutiles propuestas, que pueden ser a la vez provocativas e insólitas, nacen de la combinación y descontextualización de elementos a los que añaden otra voz con un disruptivo universo poético, marca de la casa. Hasta el logo de su firma se lee como un alambre de púas, que podemos interpretar como un afilado grito punk o como un espacio restringido a los intrusos.
La pareja, que se conoció en 1998 estudiando escultura en la Wimbledon School of Art, se mueven entre el reciclaje y la artesanía. A la relación sentimental se unió la profesional cuando abrieron su estudio en 2009 en un antiguo depósito de aguas al sur de Londres. Sus trabajos y ediciones únicas pronto dieron que hablar y no escaparon al ojo avizor de la galerista italiana Rossana Orlandi. Hoy, varias ferias y premios internacionales después, han afianzado su discurso entre el arte y el diseño con propuestas que definen como experiencias con resonancia emocional. Y siempre, eso sí, mediante lo que ellos llaman “la ética de lo hecho a mano”.
ROOM Diseño.- Además de diseño y arte, vuestro estudio parece encontrarse entre la filosofía y la poesía. ¿Es esa la dirección?
JAMESPLUMB.- Hay infinitas posibilidades en el mundo; y el arte, la arquitectura y el diseño deben destilar y dar forma a la belleza de esta diversidad natural, en lugar de embotarla o reducirla. Nosotros nos inclinamos por las vivencias reales del ser y la vida, en lugar de estar obsesionados con una imagen o en cómo se perciben las cosas y sucesos. Queremos que lo que hacemos tenga verdadera profundidad y emoción, pero eso sólo se puede concretar plenamente en el momento del encuentro con nuestros interlocutores.
R.D.- Interlocutores a los que queréis sorprender. Para ello os manejáis entre lo impredecible, la descontextualización y lo lúdico. ¿De dónde nace esa inclinación?
JP.- Siempre nos ha gustado ver cómo las personas viven sus entornos e interactúan con los objetos que los rodean. Es interesante desafiar los modos habituales de uso y cambiarlos. Explorar los extremos puede ayudar a reenfocar y agudizar los sentidos para que las experiencias sean más tangibles y significativas.
R.D.- ¿Qué papel juega lo artesanal en vuestra producción?
JP.- Tanto en las piezas como en los ambientes, el acto de hacer es increíblemente importante para nosotros. Por lo general, construimos la gran mayoría de nuestro trabajo a mano, con rigor, en nuestro estudio y taller. Usamos el mismo enfoque para los proyectos en galerías, como para los hogares de nuestros clientes: desarrollamos los conceptos físicamente a través de la investigación de materiales y técnicas. Estamos dispuestos a aprender y a adaptar nuestras habilidades hacia los procesos que nuestras ideas necesitan. En ese sentido, nuestro taller es extremadamente versátil y está en constante evolución.
Cómo ser indiferente a su intrigante Burnished Indigo (2014), una serie limitada de muebles y luminarias realizados con textiles coloreados mediante un método de teñido medieval. Cómo ser indiferente a la magia de Cupboard Steps (2013), un armario esquinero georgiano unido a un fragmento de escalera de caracol. Cómo no poner en alerta los sentidos ante la perfomance visual para Hermès, o en la boutique londinense Hostem. Cómo no dejarse seducir frente a la atmósfera de la tienda Aesop, también en Londres, donde un simple goteo de agua alude a la naturaleza milenaria. En el relato de JAMESPLUMB no hay una sola historia.
R.D.- En este camino tan conscientemente trazado, ¿cuáles han sido vuestros aliados intelectuales y de dónde nacen vuestras inspiraciones?
JP.- Recientemente descubrimos que seguimos volviendo al ensayo de George Perec Especies de espacios. Nos encanta cómo el escritor francés contempla las muchas formas en que ocupamos el espacio y cómo desmonta las percepciones que tenemos de lo cotidiano, ya que Perec no da nada por sentado. “No pensamos lo suficiente en las escaleras… Debemos aprender a vivir más en las escaleras. ¿Pero cómo?”, nos dice. También nos seduce la casa de David Ireland, en la 500 Capp Street de San Francisco: un bello difuminado de arte y ambiente. La Ireland House fue “ocupada” por la belleza inherente de las cosas corrientes y por la creación artística como parte de la vida diaria. Ireland dijo: “¿Por qué tenemos que fabricar un bastidor, un lienzo? ¿Por qué no simplemente hacer arte con lo que tenemos a mano? Su hogar durante 30 años se convirtió en su obra de arte más grande y reconocida. Organizó innumerables cenas que consideraba representaciones, y nos encantaría organizar una… justamente en su comedor.
RD.- Y en la vida profesional, ¿seguís aprendiendo?
JP.- Aprendemos todos los días sin darnos cuenta y sabemos que los actos rutinarios son tan importantes como los culturales. Estamos tan absortos en una vieja máquina expendedora de billetes de parking, como en los edificios brutalistas inacabados de Oscar Niemeyer en Trípoli. El mundo es tan rico y diverso… Todo lo que nos rodea puede ser inspirador. Incluso, a menudo tardamos años en darnos cuenta de que algo que vimos en el pasado nos ha influenciado. El proceso de descubrimiento es infinitamente absorbente y la inspiración es más potente cuando todos los sentidos se activan mediante lo real y lo concreto.
La atmósfera vintage e industrial que JAMESPLUMB imprime a sus interiorismos e instalaciones no nace de ornamentos, sino de la capacidad de potenciar el estado natural de los materiales y los lugares. Para ello apelan al cruce de disciplinas y a la exploración de códigos visuales en los que el valor escultórico o funcional es difuso e intercambiable. Para el tándem británico se trata de percepciones, no de etiquetas, por eso una escultura puede convertirse con toda naturalidad en una silla y viceversa. Si de objetos sencillos nacen otros más sofisticados y excéntricos, ya sea usando piezas de cuatrocientos años o en combinación con otras más recientes, el objetivo es siempre el mismo: hacerlo todo con empatía y honestidad.
RD.- Viendo vuestra trayectoria, da la impresión de que os mueve una cierta nostalgia o la idea de que todo tiempo pasado fue mejor.
JP.- No estamos obsesionados por el pasado o el futuro. El mejor momento para vivir es siempre ahora, el presente. Lo que nos gusta es que las cosas parezcan atemporales, como si siempre hubieran existido tal como son, y al mismo tiempo que surjan como algo extraordinario y casi desconocido. Ya sea producido en serie o hecho de forma única a mano, lo importante del diseño es lo que aporta o quita a nuestra visión del mundo.
R.D.- Desde esa perspectiva, ¿cómo desarrolláis un método de trabajo?
JP.- No tenemos un proceso fijo ni una única forma de trabajar. Nos sumergimos profundamente en lo que creamos y cada proyecto tiene su propia dinámica. Insistimos en que estamos emocionalmente comprometidos con nuestra labor y las vidas de nuestros clientes y ellos entienden que caminamos con sus zapatos, que nos centraremos no sólo en cómo se verá el proyecto, sino en cómo se sentirá al experimentarlo.
RD.- ¿Y cómo funciona el tándem? ¿Quién tiene la última palabra?
JP.- Estamos en diálogo constante y todo pasa de uno a otro. No nos asignamos roles específicos. Nos consultamos y trabajamos codo con codo, para que todo sea cuestionado de manera exhaustiva. El resultado, al final, es una sola voz. Por eso nuestro estudio es una combinación de nuestros dos nombres. No somos ninguno de nosotros, ninguno de los dos. JAMESPLUMB tiene la última palabra. |