80 proyectos, realizados mediante técnicas vanguardistas o a través de conocimientos locales recuperados, fueron los que conformaron la selección de IT’S OUR F***CKING BACKYARD! Una exposición celebrada en el Stedelijk Museum de Ámsterdam que defendía cómo el diseño puede marcar la diferencia ante la crisis climática.
Contra la crisis climática, diseño responsable
El diseño siempre se ha presentado como una herramienta para el cambio social. Ya con el movimiento Arts and Crafts —reaccionario ante la creciente industrialización y con la intención de revalorizar la labor del artesano— se mostraban los matices sociales que podría tener esta disciplina. También con la Bauhaus, que justo buscaba hacerla accesible para la clase obrera —cosa que no consiguieron—. Hasta el furor por el plástico en los setenta, que intentaba abaratar y democratizar el diseño, consiguiendo que fuese empleado de manera masiva. La innovación actual en este terreno tiene otra dirección —acertada o no—: que su consumo no se cargue en el planeta.
80 objetos —realizados mediante técnicas vanguardistas o a través de conocimientos locales recuperados— fueron los que conformaron la selección de los comisarios Amanda Pinatih e Ingeborg de Roode para el Stedelijk Museum de Ámsterdam, quienes afirman que “el cambio climático nos preocupa a todos. Está ocurriendo en nuestro propio patio trasero”. Los proyectos from all over the world proponían nuevas formas de “consumir mejor” y “contaminar menos”, y también examinaron “la relación entre el agotamiento del suelo y las prácticas de colonialismo”, a la par de ofrecer “un diseño que es a la vez responsable y estético, cómodo y accesible”.
IT’S OUR F***CKING BACKYARD! ha sido una muestra sobre cómo, a través de prácticas creativas, los creadores y los fabricantes pueden generar una gran cantidad de nuevas posibilidades, y cómo los consumidores pueden desempeñar su papel por medio de las elecciones que hacen.
Qué hubo en el Stedelijk Museum
El espacio expositivo se organizó por instalaciones, cuyos ítems se agrupaban de manera visualmente atractiva. Entre las piezas que se exhibieron, pudimos encontrar productos concebidos de manera inusual, como la vajilla de Basse Stittgen —egresado de la Design Academy de Eindhoven—, hecha de sangre obtenida del desperdicio de la industria bovina. Su apariencia sencilla hace que su origen, ligeramente perturbador, añada interés a su valor estético. El trabajo de los holandeses, Maartje Dros y Eric Klarenbeek es ya un clásico. En esta ocasión emplearon microalgas —anteriormente hicieron bioplástico apto para impresión 3D también a partir de estos organismos— para producir cristal.
En esa misma línea, cabe destacar el MetaBowl en plástico reciclado de Audrey Large, también alumna de la DAE. Esta obra, ideada mediante técnicas digitales y recién adquirida por el museo, es un ejemplo de que el filamento, utilizado como acabado en la impresión 3D, puede ser hermoso. Y entre el excelente conjunto de propuestas también se contó con nombres como los de FormaFantasma, Viktor & Rolf, DRIFT, Leo Orta o Yamuna Forzani.
El futuro de los materiales en IT’S OUR F***CKING BACKYARD!
Los materiales innovadores y capaces de originar bienes de consumo con menor impacto en el medio parecen ser uno de los temas más punteros de los últimos años. Con discursos que se llenan de palabras como “Antropoceno” y llamadas a que el consumidor esté atento a tácticas de greenwashing, se descubre un punto de vista sobre la situación en que se encuentra nuestra historia, que todavía es optimista con el sistema económico que hemos creado. En exposiciones como esta, y pese a la profunda admiración que tengo por todos sus participantes, no dejo de sentir cierto rechazo hacia el discurso que en ellos subyace. Visualmente cuidada, increíbles participantes y planteamientos interesantes, pero no es el futuro. Es el presente más reaccionario.
A pesar de estar admitiendo que la sociedad requiere de un gran cambio para sobrevivir, lo hace solo teniendo en cuenta que la lógica del mercado no se vea afectada, bajo la promesa de que esta solucionará todos los retos a los que nos enfrentamos. Estoy de acuerdo con que el diseño puede marcar la diferencia y que nos puede ser útil para que el mañana sea vivible. Pero que detrás de un macarrismo como el del título, IT’S OUR F***ING BACKYARD, —que en 2022 solo podría escandalizar a algún nonagenario que visite el museo y que no tenga internet— se esconda el mensaje de que los males traídos por el consumismo se van a resolver consumiendo mejor, me parece dañino.
Si nuestro patio trasero está en llamas, no solo lo está debido al deterioro ecológico de nuestro planeta, sino que nos estamos enfrentando a una miríada de fuegos cuya solución no está en que su combustible sea eco, sino en dejar de alimentarlos en absoluto.
En este enlace puedes leer sobre la Feria Batimat, un evento sobre la construcción que se ha propuesto combatir la crisis climática.