El Madrid Design Festival incluye entre sus exposiciones estelares de esta edición Sillas: iconos del diseño moderno, una selección de grandes hitos del diseño del siglo XX de la legendaria colección de Alexander von Vegesack. Hasta el 31 de marzo, en el Centro Cultural Fernán Gómez, la capital puede hacerse la ilusión de contar con un pequeño museo del diseño.
La historia tras la colección de Alexander von Vegesack
Alexander von Vegesack es un tipo imponente y discreto, como si tratara de atenuar con amables y genuinos modales aristocráticos —la partícula en el apellido le delata— la clamorosa talla de jugador de baloncesto que lo destaca inmediatamente en medio de cualquier multitud. Muchos lo recordamos en un elegante segundo término en los eventos de Vitra en Weil-am-Rhein, cuando dirigía el Vitra Design Museum que fundó al alimón con Rolf Fehlbaum. Nada más saludarlo aprovechaba siempre para invitarte a conocer los talleres del Domaine de Boisbuchet, su más querida y personal criatura, hoy una meca anhelada por todo estudiante de diseño que se precie.
Su trayectoria es fascinante, quizá sea el hombre que mejor ha sabido escuchar a los objetos en varias generaciones. “Nací cuando a la guerra le quedaban dos meses —contaba hace unos años en diálogo con Mathias Schwartz-Clauss, director de Boisbuchet—, y vivíamos en Düsseldorf, rodeados de casas en ruinas. Como a todos los niños, nos gustaba colarnos en ellas a ver qué encontrábamos, como si fuésemos buscadores de oro”. En los sesenta se las tenía tiesas con la policía en una fábrica abandonada de Hamburgo a la que llamaron Fucktory. Allí, junto con otros jóvenes revoltosos, hacía montajes provocadores y hasta misas negras, según algunos. Después trabajó con Álvaro Domecq y organizó rutas turísticas a caballo por Andalucía y el Atlas marroquí.
La curiosidad del niño que enredaba entre las ruinas humeantes de Düsseldorf se trasladó a los mercados de viejo del mundo entero. A los 14 años, compró en El Cairo una gigantesca cafetera para cien tazas del ejército turco en los tiempos del Asedio de Viena y, más tarde, en las almonedas andaluzas rebuscó muebles de Thonet que habían servido en las posadas locales de principios del siglo XX. Se convirtió en un experto en los secretos de la madera curvada de la pionera empresa alemana, para la que organizó un museo en Boppard-am-Rhein, su ciudad de origen, en los años ochenta.
De ahí hay un paso al interés por la vanguardia de tubo metálico. Una noticia sobre la muerte de William Wyler durante una estancia en Estados Unidos le llevó a pensar que se trataba de su colega Billy Wilder, afamado coleccionista. Cuando intentó ponerse en contacto con los herederos para comprarle parte de la colección, el propio Wilder le cogió el teléfono asegurándole que, hasta donde se le alcanzaba, gozaba de buena salud. Fue el inicio de una gran amistad. Wilder le presentó a Ray Eames, que a su vez le presentó a Rolf Fehlbaum, patrón de Vitra. Más grandes amistades. Lo demás es historia.
Iconos de diseño en el Madrid Design Festival
Guillermo Gil Fernández, Coordinador General de Boisbuchet, y el diseñador Pablo Sevilla han seleccionado para esta muestra ochenta sillas de la insondable y variopinta colección Von Vegesack. Por medio de ellas sintetizan en diez capítulos —el último, un spin off dedicado a Alvar y Aino Aalto, puede verse en la Fundación Arquia— una historia previsible y ortodoxa del diseño moderno en Occidente; desde la introducción masiva de los procesos industriales de producción con Michael Thonet hasta las incertidumbres de la sostenibilidad y la irrupción en ellos de las tecnologías digitales y los primeros atisbos de la impresión 3D.
No hay sorpresas ni eran de esperar. Es un digest del tipo de exposición permanente que uno puede encontrar en tantos museos del diseño del norte de Europa, pensada para la divulgación entre un público lego en la materia, con un despliegue textual cuidado y eficaz. Los iniciados, no obstante, siempre podrán disfrutar de la experiencia de enfrentarse en directo a ejemplares de época de los clásicos que la carencia de una institución de ese género en Madrid convierte en excepcional. También apreciarán el complemento documental de catálogos e imágenes asociadas a las sillas, especialmente la excelente colección de fotografías que enseñan el curvado de la madera en las fábricas decimonónicas de Thonet y el empleo del mobiliario en instalaciones reales de los mismos años.
De este modo, los iconos del diseño del siglo XX resultan reveladores no solo de lo que muestran. Que tenga sentido que el Madrid Design Festival programe una exhibición como esta entre sus exposiciones temporales es, sobre todo, un testimonio lacerante de lo que nos falta. ¿Hay alguna autoridad competente en la sala que pudiera considerar la posibilidad de remediarlo? ¿Alguna institución que pensara, no sé, en la eventualidad de un acuerdo con Boisbuchet y Von Vegesack para que un espacio permanente pudiera acoger en Madrid una parte de su colección?
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¿Hasta cuándo está disponible la exposición Sillas: iconos del diseño moderno?
Hasta el 30 de marzo.
