Si ha habido en la historia del diseño español una pieza que ha cumplido a rajatabla la máxima de “la forma sigue a la función”, esa ha sido sin duda la lámpara TMM que Miguel Milá diseñó en 1962. Recuerdo que cuando estudiaba diseño de interiores en Madrid este tipo de objetos me parecían una vulgaridad. Yo estaba en un momento mucho más “moderno”, siguiendo corrientes como el postmodernismo de Zaha Hadid o el deconstructivismo de Coop Himmelb(l)au. Esas piezas sencillas, sinceras, amables, sin estridencias, funcionales y cálidas me parecían aburridas.
Desgraciadamente para mí, tardé bastantes años en descubrir todo lo que esta lámpara reeditada por Santa&Cole representaba, y todo lo que había aportado y seguiría aportando en el futuro a una sociedad cada vez más apresurada y volcada con la tecnología. La TMM es una de esas piezas que no da ni una sola concesión a lo superfluo. Todas las partes que la componen están delicadamente medidas para conferirle una belleza extrema muy difícil de igualar. Su maravilloso pie de madera en cruz, con su mástil cuadrado que por razones de uso se convierte en redondo a media altura, nos describe de forma intuitiva cómo debemos usarla.
Rematar una pieza de esa calidad visual y funcional, eximiéndola de pulsador de encendido, ya era algo que solo un verdadero maestro podía hacer y don Miguel Milá lo hizo. La remató con el brillante detalle de poder encenderla y apagarla con el simple gesto de tirar de su cable desde la pantalla. Para mí, como diseñador es imposible imaginar algo más elegante y a la vez más lúdico.
Recuerdo que conocí a Miguel Milá en una conferencia que dábamos juntos en Lisboa. Ese día no solo tuve la satisfacción de presentarme al que sin duda es una de mis mayores referencias, sino que entendí el porqué de la grandeza de sus piezas. El maestro Milá es exactamente como sus diseños: humilde, amable, sencillo, pragmático y con un gusto exquisito.
Ese día descubrí también que esa maravillosa lámpara que había despreciado durante tanto tiempo y que ahora formaba parte de mi particular museo de la belleza, nunca podría haberse creado si no fuera por la calidad humana y compromiso que Milá derrochaba en cada trazo. Es sin duda una lección de las que te marcan en tu carrera. Y ahora que puedo decir definitivamente que soy un diseñador maduro, me siento muy orgulloso de haber terminado entendiendo el valor que se escondía tras un delicado palito con una pantalla colgada.