El brutalismo parece regresar con fuerza. Y GRIZZO Studio explora en Casa Bosque la crudeza y la poesía de este movimiento en su proyecto residencial en el barrio de Martínez, en Buenos Aires.
Casa Bosque: entre la masa y el aire
No hace mucho que usábamos el hormigón y el acero igual que si estuviéramos construyendo templos clásicos: columnas, vigas o algún capitel despistado, como si nos diera miedo dejar atrás nuestro pasado. Esos primeros pasos han evolucionado hasta la maestría de hacer del hormigón un material lleno de convicción, con una rotundidad a veces intimidante. Incluso en la reciente película The Brutalist —cruda y poética a partes iguales— se nos recuerda que nunca dejó de ser un componente con alma.

En la Casa Bosque no hay necesidad de ornamentos ni simulaciones. La fluidez de su hormigón define en exclusiva el proyecto del estudio de arquitectura porteño: un juego de equilibrio entre la masa, el aire y la mezcla de áridos, agua, cemento y vidrio. Una confrontación entre sólido y vacío que parece suficiente para sostener la idea de hogar. A pesar de la contundencia, más que imponerse, la estructura arquitectónica abraza a quien la habita, convirtiéndose en una madriguera donde la geometría curva envuelve y mece transformando el espacio en un refugio doméstico.


El brutalismo que busca la luz
GRIZZO Studio propone una topografía agreste y casi salvaje, construyendo una paradoja al hacer que Casa Bosque sea dinámica y protectora al mismo tiempo. En ella, la luz no se ofrece con facilidad, hay que buscarla y explorar cada rincón para encontrarla accidentada en ángulos insospechados. El paisaje hormigonado —de frialdad innegable— sería casi inhumano si no existiera un contrapeso, un opuesto que lo confronte. Y ese contrapeso recae en la naturaleza, la única capaz de hacer frente a su inercia y su rigidez. Los árboles definen esta tensión y proyectan sombras orgánicas sobre su superficie impasible.


Formalmente, la casa opera bajo dos conceptos. Desde la calle, la fachada es un escudo de hormigón que alza su presencia con agresividad en un gesto de privacidad absoluta que bordea lo inexpugnable. Hacia el jardín, esta impresión se ablanda: las formas se ondulan y las líneas rectas dan paso a curvas orgánicas que imitan la morfología de la vegetación, permitiendo a la vivienda reconciliarse con su entorno. Y es en esa dualidad, entre búnker y madriguera, donde radica la fuerza de esta obra de GRIZZO Studio. Un logro arquitectónico que no pierde magnitud al someterse a lo ingobernable de lo orgánico; una tensión perfecta que da lugar a una escultura habitada.

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La vivienda unifamiliar de GRIZZO Studio se localiza en el barrio residencial de Martinez, en Buenos Aires, Argentina.
Las casas brutalistas se distinguen por su uso del hormigón expuesto, formas geométricas marcadas y una relación intensa entre masa, luz y espacio.