En el centro de Melbourne, el equipo dirigido por Nimrod Weis ha inflado más de media docena de piedras gigantes que se asemejan el granito. Durante el día, la falsa dureza invita a los visitantes diurnos a preguntarse si no es la ciudad que los rodea el verdadero peso inamovible de sus vidas. Pero en la noche, este land art se transforma en una ensoñación lumínica y sonora que acentúa su artificio.
Haikus de rocas en un land art inflable
“Un jardín nuevo / con las primeras lluvias / las rocas se asientan”. Quizá con este haiku de Shadō —uno de los discípulos del gran poeta Bashō— sea más sencillo comenzar a explicar una obra colosal —en el sentido más etimológico posible— como Iwagumi Air Scape. Esta última instalación del estudio de arte y tecnología ENESS se ha emplazado en la Prahran Square de Melbourne, con el fin de que el público australiano pueda verla y tocarla por primera vez, después de haberla exhibido previamente en Singapur.
Sin contar las gotas que en algún momento enrasarían el terreno preexistente, el novedoso vergel que han ideado los miembros de ENESS no está compuesto de vegetación, sino de aquello otro que siempre está ahí: las rocas. Y para originar su propuesta han tomado como premisa el concepto japonés de iwagumi; una práctica íntimamente ligada a la contemplación y a observar con detalle la composición que la naturaleza ha ido conformando en el paisaje. ENESS plantea así una reverencia a nivel cultural y humano con el entorno reforzando el objetivo de su land art: contrastar la gigantesca intervención con el tejido abrumadoramente urbano y apabullantemente arquitectónico que la rodea.
El día, la noche, las luces, los sonidos de Iwagumi
Los dieciséis inflables —símil físico de las rocas— resultan imponentes. Llenos de aire y dotados de una impresión fotográfica que confiere una textura granítica a la vista, estos crean la ilusión de ser, al menos durante el día, un bosque pétreo. Una naturaleza hinchada de realismo, por la que los visitantes pueden caminar entre sus largos pasajes sobredimensionados. Pero de noche, Iwagumi guarda aún una sorpresa: la transformación en un espectáculo lumínico que da cuenta de su teatralidad, de su ficción, a la vez que recompone y acentúa la intención inmersiva de la obra de ENESS.
Sin embargo, este espacio de ocio en pleno traqueteo de la capital no olvida sus raíces. Ese recogimiento japonés que le da título también da lugar a incentivar pequeñas meditaciones y pensamientos muy pulidos sobre el enclave presente. Por ello, en este laberinto se incluye un recorrido sonoro interactivo, donde ranas, grillos, murciélagos, aves, ríos y el ulular del viento se desplazan por el ambiente, trasladando al público lejos de Melbourne: a un beatus ille sensorial y al alcance de cualquiera.
Nimrod Weis —el artista y fundador de ENESS— ha puesto el foco en cómo han buscado con Iwagumi transparentar la verdadera línea fronteriza entre lo físico, lo simbólico, lo artificioso y lo natural; de un modo similar a como la cultura japonesa fue capaz de proyectar jardines de rocas, imperecederos pero estériles pese al medio acuático que de común los envolvía. Por eso esperan que la obra haga reflexionar sobre la conexión que los visitantes han perdido con la verdadera naturaleza dentro de la ciudad.
En este enlace puedes leer otro artículo sobre una intervención inflable de MAD Architects en la trienal de Echigo-Tsumari.
