La casa prefabricada ha pasado de ser una unidad habitacional de emergencia social, a convertirse en vehículo de un postulado arquitectónico. Su relativo bajo coste la ha transformado en una apuesta por la realidad con un discurso estético tangible.
En Portugal, los arquitectos Marta Brandão y Mário Sousa, fundadores de la firma de arquitectura MIMA Housing, se han especializado en diseñar, fabricar, transportar e implantar viviendas modulares. Inspiradas en las obras de Donald Judd, padre del minimalismo, estos domicilios portables juegan con la estructura de la caja como lo hiciera el artista estadounidense, y se valen de un mismo sentido de la escala. La MIMA Light alberga en sus 30 m2 unos postulados estéticos esenciales y una funcionalidad a medida. Asimismo, se entrega amueblada o vacía, tanto para uso turístico, comercial o para ferias.
Por el precio de un monovolumen, el módulo es idóneo para una persona sola o una pareja; y resulta acogedor y cálido gracias a la madera de pino en suelos, paredes y muebles. Posee también dos aperturas en cada extremo para facilitar la entrada de luz natural y, sobre todo, para abrirse a la naturaleza circundante.
Además de su sentido funcional, la MIMA Light es un objeto asombroso. Al encontrarse sobreelevada del suelo por unos pilares cubiertos de espejos, desde fuera se tiene la sensación de que la casa flota por encima del terreno. Mientras, el resto del volumen, de perfectas aristas, está protegido con planchas de aluminio.
Pero no estamos ante un modelo fabricado en serie. Al contrario, la MIMA Light se puede personalizar en numerosos detalles. De hecho, desde que Sousa y Brandão construyeron su primera residencia modular en 2011, han creado varios modelos MIMA para responder a necesidades y públicos específicos. Aunque, como insisten desde el estudio, “combinando siempre una ligereza notable con una imagen minimalista e icónica”.
