El estudio del coreógrafo Wayne McGregor, el estudio Random International y la compañía BMW se unen en No one is an island, una performance de danza y tecnología que puede disfrutarse desde el salón de casa. En ella se exploran nuevas maneras de relación entre el humano y la máquina para cuestionar cómo los terrícolas del futuro conseguirían armonizar el avance tecnológico y la sostenibilidad.
Performance de danza, luz y escultura
Los principales pilares en esta intervención son la música— a cargo de Chihei Hatakeyama—, dos actores, elementos lumínicos y escultóricos. Estos últimos adoptan el carácter autómata en cuanto arrancan su particular coreografía de movimientos controlados y minuciosos. Estos robots, colocados en dos hileras paralelas, dan ritmo a pequeñas bombillas—inspirándose en aquellos dibujos de luz que al parecer también experimentó Pablo Picasso—y moldean tazados en la oscuridad de una escena en la que pronto aparece el cuerpo humano.
Hace apenes diez meses la representación hubiese adquirido tintes distópicos. Bailarines ataviados con mascarillas visten de negro y danzan entre brazos metálicos que bien podrían ser escopetas para los poco entendidos en caza. Pero a pesar de la rudeza visual, la pieza alberga un mensaje mucho más optimista, incluso ingenuo, aunque en definitiva propone un ejercicio de empatía. El baile es una manifestación que genera intimidad, es tremendamente humano, y sirve aquí de hilo invisible para conectar estos dos tipos de inteligencia, la artificial y la humana, que se retroalimentan y que están obligadas a comprenderse, a expandirse y a dirigirse de un modo mutuo. Es el baile el que las humaniza, las hace una.
Wayne McGregor y Random International. Apariencia pospandémica
Esta experiencia ha sido pensada para que suceda de forma global y telemática, accesible desde cualquier parte. La performance que ya tuvo lugar en los meses de noviembre y diciembre vuelve a programar pases a principios del 2021, con la expectativa de llevar el espectáculo a una actuación en vivo. Además de la compañía de Wayne McGregor y BMW, la iniciativa cuenta con la producción del equipo de Superblue y el colectivo de artistas Random International. No one is an island toma su título de un conocido poema de John Donne, aquel del “no preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti”. Y es que esta acción de apariencia pospandémica posee un espíritu colectivista que aboga por reformar los códigos que nos definen como sociedad.
En este enlace puedes ver más proyectos performativos
