La casa flotante diseñada por i29 Architects se encuentra en Schoonschip, una villa erigida sobre uno de los canales en desuso de Ámsterdam donde se ha creado la mayor comunidad sostenible de Europa. El ser humano, tras haber conquistado la tierra y los cielos, se lanza al agua para hacer de la eficiencia energética su bandera y habitar una antigua zona industrial hoy convertida en un hito arquitectónico.
Una comunidad sostenible
Más de 100 habitantes se han trasladado ya al nuevo plan urbanístico establecido por Space&Matter. En él impera la sostenibilidad a través del empleo de paneles solares, reciclaje de aguas o biogás y otras técnicas ecofriendly que dan lugar a un ecosistema urbano circular en el centro de la ciudad.
Unidas por un embarcadero inteligente—que transforma las aguas grises y negras en energía—, las 46 residencias que conforman la comunidad se presentan como una solución a las consecuencias del cambio climático, así como a la búsqueda de otros modos de construcción que dialoguen con la naturaleza en vez de invadirla. En su diseño, la principal premisa es un volumen determinado y el menor impacto ecológico posible. Con esta idea, cada residente ha tenido la oportunidad de elegir el arquitecto de su gusto, concibiendo un paisaje un tanto pintoresco que versa entre un muestrario de estilos y un azaroso puerto de casas flotantes.
Una casa flotante de i29 Architects
La propuesta de i29—erigida sobre uno de los extremos de la villa—es un ejercicio de aprovechamiento del entorno con una cuidada selección de vistas. Exponiendo una fachada casi ciega en las zonas colindantes, la vivienda se abre al canal y a la orilla opuesta, originando un recorrido que conecta cada estancia con un horizonte concreto. El volumen es resultado de la inusual distribución interior, presidida por un atrio que abarca las tres plantas y que deja la parte más pública en el piso superior y las más íntimas en la de acceso e inferior. Los planos horizontales se rompen ocasionando niveles intermedios que otorgan ritmo a la sección, generando dos aperturas hacia fuera: la terraza loggia y la azotea, que proporciona un panorama único.
El hermetismo exterior de esta casa flotante se torna en transparencia interna, transformando las particiones en líneas invisibles y desencadenando conexiones visuales que amplían el espacio y lo extienden hasta los confines del canal. Dos colores protagonizan esta pieza, el blanco y el negro, conversando con el mismo minimalismo de los materiales que la construyen y que aportan tonalidades de calma y silencio en contraste con el bullicio geométrico que la rodea.
Con esta nueva casa flotante, se abre ante nosotros un nuevo campo arquitectónico en el que reinventarse. Un nuevo escenario donde poner en práctica un juego de volúmenes en conjunción con el medio para alcanzar un futuro más sostenible.
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