Fotos: Paul Plews
Echando un vistazo a este trabajo, nadie diría que Antón Álvarez buscaba un sistema de anclaje sencillo que permitiese unir elementos de distintos materiales. Pero si profundizamos en ello, podemos ver la sencillez de cada una de las piezas, que recuperan una técnica ancestral caída en desuso: unir elementos con cuerda.
Este mobiliario parece caótico, ya que está construido con partes inconexas y rescatadas que han sido ensambladas mediante un proceso a medio camino entro lo artesanal y lo industrial, y que reflejan una lucha entre reciclaje y ergonomía, entre funcionalidad y arte.
El secreto no es otro que The Thread Wrapping Machine, cuyo nombre no da pie a equívocos, creada por el propio Álvarez. Durante su viaje el hilo atraviesa un pequeño depósito de cola, las piezas son introducidas manualmente en la máquina y la hebra va enrollándose en ellas, dando lugar a la fijación. Los distintos colores de las bobinas definen la personalidad y la estética de cada producto.
Una vez más, el proceso de fabricación es más interesante que el propio producto realizado. El atractivo de la máquina, lo artesanal y personal que resulta cada pieza y el conjunto de componentes que se encuentran para formar otros nuevos, tienen sin duda un peso mayor que las sillas y bancos creados, que parecen más bien elementos de galería y exposición. El estudio de la ergonomía, la resistencia y la tracción de cada objeto queda un poco en el aire; pero carece de importancia, ya que la finalidad del producto es llamar la atención y mostrar su proceso, más que su incentivar su uso.
Este sueco de raíces chilenas afincado en Londres enfoca su camino hacia el mundo del arte. A principios de año dio una cena benéfica en su estudio con el objetivo de recaudar fondos para comprar obras de artistas emergentes y donarlas a las colecciones públicas. El Studio Voltaire será el primero en vender sus creaciones. En este vídeo podéis ver el funcionamiento de la máquina y alguno de sus acabados.
Enlace: Anton Alvarez