”Los artistas mostramos el mundo de una manera diferente, tenemos otra mirada y creo que las personas pueden ampliar su mente al ver el arte. Por eso trabajo para la gente común”. Desconozco si, como afirma Tatzu Nishi, la mirada del artista influye con tanto poder sobre la sociedad. Lo evidente es que el contexto cultural del que proviene un creador, resulta determinante para la construcción de esa “otra mirada”. Y en la revisión que Tatzu Nishi hace de los monumentos públicos sobre todo occidentales, esta casualidad geográfica es casi el único actor. Este arte japonés encapsula estatuas o fragmentos de arquitectura que convierte en pequeñas viviendas improvisadas. Tras un paseo intuitivo por una ciudad, selecciona un icono y diseña el habitáculo del que pasará a formar parte como elemento decorativo. Más tarde, un grupo de profesionales desarrolla un sistema de andamiaje que permite suspender la estancia a la altura adecuada, hacerla transitable, prevenir daños en el patrimonio y velar por la seguridad de los espectadores.
“El arte como filosofía nace en Europa y por ello vine a trabajar aquí. No he tenido tiempo de pensar qué hay de Japón en mis trabajos, esto lo decidirá la gente”. En la cultura nipona, confirma Nishi, la escultura grandiosa es casi inexistente. Sus primeros contactos con el paisaje urbano europeo (recargado de hitos históricos) debieron de ser particularmente ingenuos. Sin conocimientos iconográficos previos ni consideraciones identitarias, quiso inventar una propuesta aséptica. Pero también la no-acción acarrea lecturas activistas. Podemos decir que este manipulador de espacios pone en entredicho la magnificencia de cualquier construcción relevante, descontextualizándola y relegándola al papel de souvenir doméstico. ¿Cómo? Rompiendo con la escala de poderes de arriba a abajo y facilitando al espectador un intercambio horizontal, aunque sea transitorio. Pero de todo esto se da cuenta Tatzu Nishi más tarde, cuando lo cuenta la crítica.
“Nunca he tenido una intención política con mi trabajo […] No me gusta que se vincule mi obra a un posicionamiento político. El arte per se es lo importante”. A pesar de sus palabras, sí hay una urgencia crítica que él aborda de manera consciente: el riesgo de que estas obras públicas pasen desapercibidas. Contra la indiferencia de los transeúntes, se propone acciones espectaculares en un juego de suplantación de relevancias. Sus habitaciones buscan no solo contener el monumento, sino también serlo. Tras la intervención, el enclave sí que despertará interés y podrá ser visitado, incluso habitado como si fuera una habitación previo pago. La hora del desayuno pactada con el inquilino marcará el inicio de la “visita abierta al público”.