Las obras del artista japonés Tatsuo Miyajima se apoyan en reflexiones que oscilan entre el concepto de tiempo y la filosofía budista. Mediante un arte que podríamos calificar de “tecnológico”, este creador cuestiona constantemente los modelos impuestos y preestablecidos de percepción del tiempo, siempre expresados en sus trabajos a través de continuas sucesiones numéricas.
Sus esculturas, mitad habitáculos enigmáticos, mitad artefactos futuristas, se componen de LEDs digitales coloreados que funcionan a través de circuitos electrónicos. Estos se organizan en estructuras arbitrarias o en redes ordenadas que brillan en la oscuridad y en las que siempre hay números cambiando constantemente del 1 al 99 o del 1 al 9 aunque no guardan ningún orden secuencial específico.
Toda esta estética contribuye a aportar a las piezas un aura de otra época, no sabemos si pasada o futura; en cualquier caso, extraña y mística en “un ambiente de silencio y reflexión”. Y en este sentido, tal vez el ejemplo más claro lo tengamos en The Life Palace (Tea Room): una especie de habitación para meditar. Dentro, a oscuras, el espectador se enfrenta a una serie de luces de color azul y números brillantes. La estructura de este pequeño habitáculo es curiosa por estar forrada de cuero rojo, por ser poligonal, pero sobre todo por provocar un gran contraste entre su apariencia exterior y la atmósfera en que se sumerge el visitante.
En esta línea, Time in wáter resulta especialmente poética y evocadora. La obra está formada por una piscina cuadrada llena de agua que contiene diversos LEDs con números. Estos permanecen flotando en el agua mientras pasa el tiempo del que quiere hablarnos el autor. Una obsesión, la cronológica, que también vemos en The hypnotic Rhizome.
En un intento de ir más allá en su creatividad, para la exposición I-Model que ahora se presenta en Londres, este “poeta de los circuitos” ha colaborado con el profesor Takashi Ikegami, experto en vida artificial. Corps Sans Orange, por ejemplo, son una serie de organismos “vivos” que están compuestos por redes de números parpadeantes y que remiten también al poeta francés Antonin Artaud, quien ya hablara en sus propios libros de cuerpos virtuales.
La labor creativa de Tatsuo Miyajima suele ser considerado como “el producto de la tecnología japonesa contemporánea”. Sin embargo, para el artista supone algo más: un mecanismo con el que realizar proposiciones filosóficas complejas. De hecho, y según Junichi Shioda, todo su trabajo oscila entre los conceptos universales de “seguir cambiando”, “conectar con todo” y “continuar para siempre”. Una visión del arte y del tiempo abiertamente digital que podrá apreciar todo aquel que visite la Lisson Gallery hasta el 2 de noviembre.
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