Especular sobre el futuro e inspirar nuevas aproximaciones a la esfera creativa forman parte del actual universo del chileno Sebastián Errazuriz. Con base en Nueva York y tras 20 años de trayectoria, este diseñador transgresor y rupturista reflexiona sobre su ideario en dos libros y cierra, a la vez, una fructífera etapa con una gran exposición en la prestigiosa galería londinense de David Gill. Ha hablado para ROOM Diseño de lo humano, lo divino y de ese universo paralelo —y desconocido— que nos ha abierto la IA.
Sebastian Errazuriz y la ruptura hacia nuevos lenguajes
Hace ocho años ROOM Diseño entrevistó a Sebastian Errazuriz. Lo presentábamos como un exitoso joven diseñador chileno afincado en Nueva York. Su trabajo —entre el diseño, la artesanía de alto standing y las instalaciones performáticas— ganó notoriedad con propuestas que apuntaban a lo insólito y que planteaban nuevas lecturas más allá del contexto. Hoy su intención de causar sorpresa tal vez ha menguado, pero no su vocación de instigar a la transformación desde estas disciplinas. Nuevos interrogantes, audaces reflexiones y un camino cada vez más conceptual lo reafirman como una figura capaz de generar ideas que pautarán el futuro.

Errazuriz se enorgullece del tesón con el que, sin mecenas ni contactos influyentes, ha llevado a cabo sus proyectos. En la mayoría de ellos ha intentado sacar el arte de los museos; lo vemos en su instalación en el Estadio Nacional de Chile, donde plantó un árbol simbólico, canto a la esperanza en un lugar tan doloroso para el país. También en los bostezos que nos saludaban desde pantallas gigantes en Times Square, en la emisión de la vista de la Tierra en tiempo real desde un satélite de la NASA o en AI Maze para Art Basel Miami: un laberinto gigante concebido no para perdernos, sino para encontrarnos.


ROOM Diseño. – ¿Qué ha cambiado en usted desde que hablamos hace 8 años? ¿Qué conserva hoy de ese rupturismo?
Sebastian Errazuriz. – Para mí, romper forma parte del proceso de trabajo. Antes que pensar en una superficie con cuatro patas, quizá hay que detenerse en el acto de sentarse y saber hacia dónde queremos ir con el resultado final. El rupturismo existe siempre que se busca la verdad. En el momento actual, la creación misma tal vez no me preocupa tanto como la transmisión de las ideas, porque estoy en una etapa más conceptual.

ROOM Diseño. – Pero su trabajo siempre se ha basado en la idea y el discurso como punto de partida.
Sebastian Errazuriz. – Cuando era joven vendí un packaging vacío. Vendí “nada”. Era el equivalente al aire, pero ni siquiera era eso. Lo llamé Nothing at all, y con las ventas me pude comprar mi primer automóvil. Lo que me encantaba de ese planteamiento era que suponía la mínima representación física de un concepto: se me ocurre algo, lo comunico y se me paga por ello. Ahora podemos decir que estamos entrando en una época donde la ejecución de obras acabará siendo incómoda. Debido a las tecnologías y a la automatización, fabricar va a ser algo casi inmediato. Por ende, la generación de pensamientos y de narrativas —y poder compartir su porqué— va a valer más que su materialización.



ROOM Diseño. – Transmitir conocimientos… La tarea de un maestro.
Sebastian Errazuriz. – Estoy en una etapa más madura, más tranquila. He producido mucho y tengo menos preocupaciones. Tiempo atrás, el ego estaba más amarrado y siempre quería ser el mejor. Tal vez hoy mi rol sea el de ser un medio, un intérprete, un comunicador del consciente y el inconsciente cultural: los nuevos desafíos del concepto como principio y como fuerza. Eso me lleva a replantear de qué manera puedo ayudar y aportar más, inspirar a públicos más amplios.

ROOM Diseño. – Por eso ahora viaja dando conferencias y talleres de Chile a Arabia Saudí o a la India, lugares tan distantes y con un público tan diferente.
Sebastian Errazuriz. – Quiero que otros piensen e imaginen conmigo. Me gusta compartir mi visión a través de vídeos y de libros. Esto hace que mi labor pase a ser el resultado de un largo camino de conversaciones. Sería como un placeholder —un comodín, un código— para la historia, donde la obra importa menos que la misma historia. Aunque esto no es nuevo. Los grandes coleccionistas a menudo compraban cuadros o esculturas por el relato que precedía a esas piezas. Y más que mostrándolas, disfrutaban contando lo que había tras ellas. Creo que el trabajo final se convierte en la excusa para este intercambio.

ROOM Diseño. – Por eso también ha reunido sus reflexiones en AI MAZE, un libro en torno a la inteligencia artificial.
Sebastian Errazuriz. – Hace casi una década, cuando tú me entrevistaste, yo había comenzado a investigar sobre la IA. Estaba preparando una exposición sobre su impacto en la sociedad y todos me miraban como el raro. Actualmente esta cuestión —este juego de realidad y ficción— es mucho más candente. Mi tesis es básicamente que los expertos están dedicados a perfeccionar la tecnología y los filósofos o éticos tienden a hablar de los mismos diez puntos principales: si va a compartir nuestros valores o no, si nos va a liberar o nos va a aplastar…


ROOM Diseño. – Pero usted defiende el papel de esa tecnología.
Sebastian Errazuriz. – Yo defiendo que primero hay que meditar sobre el rol del creativo y sobre los nuevos retos, porque implican moverse, ser más flexible, tener una mirada no compartimentada. Esto claramente va a impactar en la educación y en cómo vamos a convivir. Por eso, es vital realizar lo pensado. Comprender que quizás somos los últimos artistas y que después serán las tecnologías las que conciban algo que nos fascine es algo que conmociona. En ese sentido, me reafirmo en que la creatividad es medible tanto como la ciencia: la creación puede ser evaluada con una medición real.

“Me atrae incursionar en elementos del arte, cuestionar su validez cultural y forzarlos a funcionar dentro de obras mundanas de función cotidiana”.
Sebastian Errazuriz
Entre lo monumental y lo íntimo
Todo esto está ligado a su última exposición Reconstruyendo la razón, que tuvo lugar en octubre en la David Gill Gallery. Con ella, Errazuriz considera que ha cerrado un capítulo: una larga época de exploración en torno a la apropiación de elementos de la antigüedad. De pequeño vivió en Londres y su padre, que hacía su doctorado sobre cómo educar en arte, acostumbraba a llevarlo al British Museum y a otras instituciones los fines de semana. Para preparar esta muestra, ha vuelto a estos lugares usando el escáner 3D, para adueñarse de esas figuras que causan tanta admiración. “Como si fuera un chef, cojo los ingredientes más interesantes y los utilizo como condimentos básicos para volver a repensar”.


El resultado es una colección de mobiliario —mesas, mesitas de noche, gabinetes, estanterías— con relieves y frisos de mármol, composite y madera, en los que emula las esculturas de la Grecia y Roma clásicas transformándolas en objetos utilitarios. A Sacred Quest, Euphoria and Melancholia, Artemis & Apolloson algunos ejemplos de cómo se difuminan las fronteras entre tecnología, diseño y artesanía, y en los que se propicia una conversación entre lo monumental y lo íntimo. Hablamos de piezas que van del boceto hecho a mano al modelo digital, que pasan luego a la impresión 3D para volver a moldes y a robots y terminan con un último repaso manual. “Para mí, lo bello es que pasamos a un nivel de control y perfección absoluta”, nos dice. Toda esta filosofía se refleja en el libro que recoge sus 20 años de trabajo: dos tomos con testimonios, pensamientos, detalles de procesos, imágenes e ilustraciones. Uno se llama Artey otro, Diseño, disciplinas que dialogan y que marcan su trayectoria.

ROOM Diseño. – Volvemos a la delgada línea entre arte y diseño.
Sebastian Errazuriz. – En las últimas décadas hubo una transición cultural en la cual la jerarquía privilegiaba a las artes sobre el diseño, lo que fue generando sospechas sobre los que militamos en ambos territorios. Como si fuéramos opositores. Por eso me atrae incursionar en los elementos del arte, cuestionar su validez cultural y forzarlos a funcionar dentro de obras mundanas de uso cotidiano. Mi trabajo consiste en invitar a todos a mirar las civilizaciones de dónde venimos para apreciarlas, mostrarlas para que puedan ser tocadas. No hay sacrilegio en tocar, en acariciar.
Sebastian Errazuriz
“Tenemos que aceptar que quizás somos los últimos artistas y que después serán las tecnologías las que creen algo que nos fascine”.


ROOM Diseño. – ¿Cuál sería la conclusión de este recorrido?
Sebastian Errazuriz. – He tratado de que mi obra sea atemporal y extremadamente simple, que sea fácil de entender y pueda tener un diálogo a futuro con la labor de otra gente. Y cuando digo simple, me refiero a una ejecución limpia, que hable de la realidad humana y conecte con culturas completamente distintas. Seas quien seas como autor, tienes la obligación de encontrar lugares comunes que el público siempre pueda localizar, para que cualquiera que entre en contacto contigo pueda llevarse algo. Creo que ese es mi campo de acción. Esos son mis cimientos.

Entre sus últimos y próximos proyectos, vuelve a ese coloquio de la idea y la simplicidad: una aguja de oro que se coloca en una pared blanca, que a lo lejos parecería una pequeña abeja o mosca, pero que en realidad es algo para sostener un cuadro inexistente. “¿Qué pasa si puedo realizar el clavo más bello, algo tan precioso que a uno le cuesta cubrirlo con un cuadro? Es como una joyita, ves un punto dorado de lejos. Por ende, la obra es el muro blanco y la invitación a estar tranquilos. Es un gesto mínimo de cariño. Me encanta”, nos dice con ferviente entusiasmo. Para los próximos meses, seguirá intentando conseguir que le cedan la Sainte Chapelle parisina para realizar una instalación reflectante con espejos. “Es tan pequeña, tan bella, con estos vitrales tan gigantescos que parecen casi pantallas digitales. Quiero transformar esa gran bóveda espiritual y dotarla de un sentido integrador, como un regalo en honor a mi madre, que murió hace no mucho tiempo. Llevo dos años intentándolo. Pero soñemos, soñemos. Sigamos con la misma fuerza con la que lo inicié todo a mis 23 años”.

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