En un barrido rápido sobre Ron Gilad por la red, aflora una palabra que se repite como un mantra. Es el adjetivo “híbrido”, ese término que alude a la unión de dos elementos de distinta naturaleza y que, de entrada, ya vemos plasmado en su recorrido vital desde Oriente Medio a Estados Unidos. Gilad nació en Tel Aviv hace cuarenta años y vive y trabaja en Nueva York donde fundó el estudio Designfenzider.
Pero más allá del híbrido geográfico destaca otro dato: la conexión de disciplinas aparentemente alejadas como son el diseño y arte conceptual. Richard Wright, comisario y galerista del diseñador en Chicago, nos cuenta por email que Gilad tiene corazón de artista y mente de diseñador: “Su obra combina el arte minimalista y conceptual en piezas de diseño que juegan al límite de la función”. Como muestra, los portavelas Line para Dilmos, una serie de alambres sujetos a la pared en cuyas puntas se pincha una vela. Es decir, la mínima implementación material, y a la vez la máxima expresión conceptual. Otro ejemplo lo tenemos en IX Mirrors, una serie de espejos que manipulan y distorsionan la idea del reflejo con trampantojos y otros detalles sorpresivos.
Por eso Wright añade que los trabajos de Gilad “desafían las nociones tradicionales de entornos arquitectónicos y el papel que el diseño desempeña en nuestra experiencia del espacio y de la utilidad”. Utilidad del objeto puesta a prueba en The Square: The Birth of a Chair. Desde un cuadrado de dos dimensiones va naciendo la estructura metálica de una silla. Como una imagen estroboscópica, se observan las distintas etapas del proceso. Pero ¿cuál es su finalidad? Digamos que es estética: hacernos conscientes de la perspectiva en el espacio para, a partir de ahí, cambiar nuestra percepción de la realidad.
Sin pretensiones, Ron Gilad trata de borrar la frontera entre abstracción y funcionalidad. De hecho, así se ve a sí mismo: “Nunca dejo que me agobie el trabajo (…). Paso dieciocho horas al día en mi mesa, pero diría que la mayor parte del tiempo estoy mirando por la ventana y soñando”. Y no nos engaña. Los objetos de Gilad tienden un puente entre la realidad y el inconsciente. Y como eficaces metáforas poéticas, conectan ideas supuestamente distantes, a la búsqueda de nuevos significados en nuestro entorno cotidiano más inmediato.