A Paul Cocksedge le gusta hacernos dudar de lo que estamos viendo. El hilo conductor de muchos de sus trabajos consiste en llevar materiales al extremo, generar la ilusión de convertir lo sólido en líquido y lo pesado en ligero. Para ello utiliza elementos que nos son familiares y nos reta a repensar su textura, su resistencia, su flexibilidad o incluso de la ley de la gravedad.
En su última serie Slump, realizada para Carpenters Workshop Gallery y presentada durante el London Design Festival, vemos otro ejercicio admirable de juego con los materiales. Decimos juego porque cualquier materia prima en sus manos parece comportarse de manera distinta, parece liberarlas para que, además de lo que ya son, puedan ser cosas distintas. Y las posibilidades se disparan para sorprendernos con lo que podría ser una ilusión óptica, pero no lo es. Slump es una colección de mesas —hasta ahí todo normal—: las bases hechas de piedra, madera, hormigón o metal; la superficie horizontal, de láminas de cristal. ¿Cristal? Parece más bien gel. Como si un río corriera por encima y, a su paso por la base, el agua se hubiera solidificado. Como si se hubiera congelado el tiempo. Técnica a muerte y lenguaje poético. Sus mesas son poco prácticas, pero sobre todo son especulación, preguntas, posibilidades… Disparan la imaginación.
Después de años de visitar fábricas llenas de materiales rígidos y superficies planas y límpidas, Paul Cocksedge quiso romper -en sus propias palabras-“esa tensión visual, y explorar cómo relajar y suavizar eso, dando al material espacio para exhalar”. A través del trabajo con diversos artesanos del Reino Unido finalmente lo consiguió: planchas de cristal a altas temperaturas que, presionadas contra la superficie de la base, toman la forma de esta. La pulcritud y sencillez visual del resultado silencia las dificultades técnicas de la producción. Cocksedge es un maestro haciendo que lo difícil parezca fácil. El proceso le ha llevado años de investigación, obstáculos, pruebas y errores. En diseño, las formas depuradas son la antítesis de un trabajo simple; suelen ser el resultado de ir puliendo sin piedad cada línea, cada elemento, hasta llegar a lo esencial.
“Es maravilloso –nos dice- ver estas piezas de metal industrial con la pátina del tiempo y a la vez, en el otro extremo, el acero impecablemente pulido. Están conectadas a través de su materialidad y dialogan entre ellas”.Por otra parte, la belleza de las mesas de piedra reside en esa cualidad única que genera la naturaleza “perfecta para este tipo de obras, cuya intención es que no se encuentran en ningún otro sitio”.
La mezcla entre los componentes toscos, tratados con elegancia y equilibrio, contrasta con el triple salto mortal del cristal etéreo y fluido. Son dos elementos a la vez: uno se compenetra con el otro de modo que parecen acomodarse y adaptarse como un molde a las formas naturales. Tienen, incluso, un punto de sutilísimo erotismo. La exposición está abierta al público con cita previa del 10 de septiembre hasta el 18 de diciembre de 2020.
Visita la web del estudio de Paul Cocksedge