Marcin Rusak hereda el recuerdo de sus ancestros dedicados a la jardinería para sus diseños. Hablamos de un diseñador nacido en Polonia entre los despojos muertos de una industria floral: los invernaderos abandonados de Varsovia con una historia brillante y sin futuro alguno. De ese territorio ambiguo de la memoria es de donde emana su diseño.
La memoria como ingrediente
Nacer, crecer, reproducirse, morir. Y entretanto, disfrutar, gastar, ganar—o perder— para acabar en un final pactado por adelantado. Son los restos, el principio del olvido. La pérdida de la utilidad de lo que antes era y ya no es más. Es la decadencia que llega cuando no hay fuerzas ni ganas. Cuando no queda nada. Y cuando la nada es lo único que queda, el vacío inunda los paisajes naturales y avanza sobre el pasado reduciendo los árboles genealógicos a recuerdos.
Y, justamente, es el recuerdo lo que hereda Marcin Rusak de sus ancestros dedicados a la jardinería. Hablamos de un diseñador nacido en Polonia entre los despojos muertos de una industria floral: los invernaderos abandonados de Varsovia con una historia brillante y sin futuro alguno. De ese territorio ambiguo de la memoria es de donde emana su diseño.
Las flores secas podrían haber perdido su función. Sin embargo, el empeño de Marcin por dar una nueva vida a lo que ya no existe hace rebrotar la belleza de lo descartado: un homenaje a la atemporalidad que procede de su pasado en Polonia, pero también de una visita al mercado de las flores de Londres, lugar donde tiene establecido su estudio.
Su trabajo podría haber sido tosco y de interés cuestionable. Podría haber terminado tan seco e irrelevante como las plantas que lo componen; incluso quedarse en la metalización vegetal de Protoplasting Nature.
Los poemas visuales de Marcin Rusak
Pero Marcin Rusak va mucho más allá. Sabe levitar en la oscuridad y construir poemas visuales en forma de lámpara o en forma de mesa, redondas u ovaladas. Y así lo hace en la colección Flora, en la que vemos contraste, drama, tonos sombríos, colores vibrantes y el impacto de la pintura flamenca. Y todo ello realizado con un material que combina resinas con unas flores muertas que muestran tanto como ocultan.
Con su mobiliario, Marcin Rusak nos habla del instante infinito, de hacer latir el interior de una luminaria, de reflejar la eternidad en la superficie de un aparador. Como si el tiempo rozara el exterior de sus objetos para luego esconderse, volver a salir y esconderse de nuevo. Recientemente ha presentado en la Carwan Gallery de Londres la serie de lámparas registradas bajo el nombre de Encoded Symbols. Y todo esto cuando el diseñador apenas tiene 34 años. Atentos a lo que puede venir.