En algún lugar improbable entre lo extraño, lo sutil y lo estridente, encontramos el núcleo del átomo expresivo del estudio francés M/M Paris. ¿Existen conceptos, en teoría, más antagónicos? No, y ese es seguramente el factor diferenciador que ha propiciado que marcas históricas llamen a su puerta para revitalizar su imagen.
De la fusión -o, sería más adecuado decir, fisión- de los diseñadores visuales Mathias Augustyniak y Michael Amzalag surge esta firma que, desde los años noventa, ha adquirido un importante y arriesgado prestigio, a partir de su particular y ecléctica manera de plasmar gráficamente los encargos que reciben. Este mérito adquiere más relevancia, sin duda, si tenemos en cuenta la cartera de clientes a la que da servicio el mencionado dúo, entre los que encontramos a músicos como Björk, Benjamin Biolay, Kanye West o Vanessa Paradis; así como grandes corporaciones de la moda: Balenciaga, Dior, Givenchy, Stella McCartney, Lacoste, Calvin Klein o Loewe.
A nadie le puede extrañar que una artista talentosa y rarita como la citada Björk, se rodee de colaboradores extremos y poco previsibles; pero lo que sí resulta bastante curioso, a priori, es que varias compañías del “lujo” hayan solicitado los servicios de M/M París.
La tempestad de las redes sociales, sustentada en la implantación global de Internet como el gran entorno vital y comercial del momento, ha provocado que los pilares mercadotécnicos y estéticos, que parecían inamovibles, hayan saltado por los aires, y, por extensión, la mayor parte de las firmas tradicionales se han visto desubicadas. Hoy los valores ancestrales parecen tener poco valor -valga la redundancia- en un mercado desmemoriado. Así que, sin tiempo de reacción, estas marcas han tenido que dar un volantazo brutal, para poder mantener su estatus.
En esta estrategia de revitalización, una de las batallas más dura se libra efectivamente en el terreno de la comunicación, y es justo en este punto donde aparece la artillería creativa de M/M Paris. Una agencia de diseño gráfico francés de cuyas entrañas nacen diseños afilados, que parecen creados para desafiar la inteligencia y la sensibilidad de ese ente insaciable al que llamamos nuevo consumidor. Desde la premisa de la mutación constante y de la combinación de técnicas, sus trabajos se sostienen en cuatro pilares fundamentales: 1.- Fotografías exquisitas (desde la perspectiva del concepto); 2.- Ilustraciones lineales, marca de la casa, con una personalidad muy reconocible; 3.- Original definición tipográfica, más allá de los postulados de la corrección; 4.- Tránsito eficaz -de ida y vuelta- entre lo digital y lo manual. Todo ello vertebrado por una amplísima paleta de posibilidades compositivas, que generan variantes inusuales y poco ortodoxas.
El binomio Mathias Augustyniak-Michael Amzalag trasciende con sus proyectos el mero hecho publicitario, gracias a su enfoque insolentemente artístico, de cuyo proceso se obtienen obras gráficas extraordinariamente estimulantes y -por qué no- ruidosas. Sofisticación kamikaze.