El saber artesanal y las virtudes de la lentitud son el punto de partida del estudio francés YMER&MALTA. Al frente del mismo, Valérie Maltaverne ha sabido reinterpretar las huellas del rico patrimonio galo buscando la excelencia de la manufactura, que traduce en la creación de lujosos muebles con un fuerte componente transgresor y poético.
YMER&MALTA: diseño con sensibilidad contemporánea
La figura de Valérie Maltaverne es singular en la profesión. Con una gran experiencia a sus espaldas en la industria del cine y la televisión —sobre todo en el ámbito del dibujo animado—, dio un giro a su vida laboral cuando en 2009 fundó YMER&MALTA: el estudio parisino que en sus inicios dirigió con Rémy Le Fur—quien luego la alentó a volar sola— y desde el que produce objetos exclusivos que se venden en todo el mundo. Desde el principio quedó patente el perfil creativo de su horizonte: muebles excepcionales que combinan materiales nobles, el savoir faire de la artesanía francesa y un impulso innovador tanto en el aspecto conceptual como en el propio uso de los elementos. Hablamos de un mobiliario que aporta a los ambientes un toque escenográfico y que ofrece un relato frente al vacío del espacio. Un vacío que Valérie va transformando con las modulaciones emocionales de la madera, el mármol, la piel o el textil.
Desde la época de Versalles, los maestros galos han sido muy apreciados por sus habilidades en las artes decorativas; y la búsqueda de la perfección en los acabados es la mayor exigencia de YMER&MALTA que, según nuestra entrevistada, se enorgullece de dedicarse al patrimonio francés de la misma manera. Como editora, Maltaverne ha sabido rodearse de nombres afines a su forma de pensar: jóvenes talentos que le infunden vitalidad, conceptos y sensibilidades contemporáneas.
Entre ellos, destacan Océane Delain, Sylvain Rieu-Piquet, Sebastian Bergne o Benjamin Graindorge. Con este último es con quien firma la mayoría de sus propuestas y con quien ha podido consolidar un lenguaje que evoca a la naturaleza en piezas de una factura delicada y rutilante a la vez. Desde su casa-estudio-showroom de París, Valérie conversa con nosotros sobre este camino autodidacta y visionario.
ROOM Diseño. – A la hora de empezar un proyecto, ¿qué preguntas se hace y cómo llega a las respuestas?
Valérie Maltaverne. – El proceso siempre comienza con un periodo muy angustioso en el que nada avanza. Los dibujos no son coherentes, la dirección no está clara. Después, trabajando con mi equipo en la idea, llega un momento en el que sé que todo va a funcionar. Cuando tengo la certeza de que el diseño está resuelto, podemos pasar a la fase de fabricación con los artesanos, aunque ya voy pensando en ellos desde el inicio para que luego nada falle. Creo que lo que está en juego es siempre lo mismo: acercarme con cada colección a mundos totalmente nuevos y volver a experimentar esas mismas emociones, como si estuviera tanteando en la oscuridad. Por lo general, nos comprometemos con un proyecto que dura varios años sin garantía de resultados, lo que nos pone en peligro cada vez. Pero es parte del desafío de esta profesión y lo que he elegido.
ROOM Diseño. – Con ese continuo ir más allá de los límites, ¿cómo mantiene viva la utopía?
Valérie Maltaverne. – No creo que pueda haber verdadera creación sin sueños y sin el riesgo del fracaso. Es una búsqueda intensa, y yo presto atención a las dos etapas. Por un lado, la de la emoción y la imaginación y, por otro, la del diseño y la producción, más vinculada con la realidad y con la solución de problemas. Actuamos sin los imperativos del marketing, lo que significa que nuestro trabajo no está ligado a la moda. Está pensado para llevarse a cabo a pequeña escala, en series cortas y, a veces, como piezas únicas.
ROOM Diseño. – ¿Cómo es su relación con Benjamin Graindorge? ¿Qué es lo mejor de vuestra conversación creativa?
Valérie Maltaverne. – Conocí a Benjamin al principio de YMER&MALTA, justo después de que finalizara su formación. Él acababa de regresar de un viaje a la Patagonia, en donde el viento era tan fuerte que hasta los gatos volaban. Por la manera en que me contó sus experiencias, comprendí enseguida que su habilidad como diseñador industrial no iba a desvirtuar el universo poético en el que me siento como en casa. Benjamin acepta mi imaginario y es capaz de volver sobre un concepto tantas veces como sea necesario. Es una fértil labor de cuatro manos y dos cerebros. Y una vez que hemos terminado esa fase, yo me ocupo de la producción y elijo a los mejores artesanos.
De la manufactura a la inteligencia artificial
En esa trayectoria de casi 15 años, tenemos esculturas funcionales como Fallen Tree: una idea nacida del dibujo de una rama hecho por Benjamin. “Después de muchas idas y venidas tomó cuerpo: un tablón de madera vuelve a ser un árbol y la naturaleza reclama sus derechos”, nos cuenta Valérie. Con el carpintero buscaron las ramas en un bosque de Bretaña y los tres juntos desarrollaron las uniones. Se hicieron 12 unidades. Una fue adquirida por el Musée de la Chasse et de la Nature y otra pertenece al Centre Georges Pompidou. Se ha presentado en el West Bund Museum de Shanghái y en la exposición Mimèsis del Centre Pompidou-Metz. El resto siguió un importante recorrido internacional.
En esa misma línea, Light Fragments es una oda a la relación entre el sol y la luna, una instalación lumínica donde prevalecen los elementos traslúcidos y un efecto de desvanecimiento y degradado logrados con extrema eficiencia. Asimismo, Basalt ha representado un gran reto en el campo de la ebanistería. Estas mesas de roble centenarios se fabrican con una fresadora digital, siguiendo la técnica japonesa yakisugi, que consiste en proteger la madera con fuego, lo que resalta sus vetas y nudos.
“Siempre hemos enriquecido los conocimientos tradicionales con las nuevas tecnologías; pocas de nuestras piezas podrían existir sin los programas de diseño en 3d, el mecanizado robótico o los nuevos materiales que nos permiten concebir formas alimentadas por la inteligencia artificial”
Valérie Maltaverne
ROOM Diseño. – Desde su perspectiva de editora art designer, ¿de dónde cree que viene la innovación hoy en día? ¿Qué aspectos de la producción de proyectos le interesan más?
Valérie Maltaverne. – Cuando inicio una colección, no sé qué apariencia adoptará. Lo que cuenta es la coherencia de un conjunto expresado a través de un amplio vocabulario creativo. No soy especialmente tecnófila, pero siempre hemos enriquecido los conocimientos tradicionales con las nuevas tecnologías: pocas de nuestras creaciones podrían existir sin los programas en 3D, el mecanizado robótico o la impresión digital. Por otro lado, los nuevos materiales nos permiten concebir formas alimentadas por la inteligencia artificial. Somos un estudio de investigación que sigue de cerca los avances técnicos y que necesita su tiempo para perfeccionar muebles emblemáticos. Es por eso que los interioristas acuden a nosotros cuando quieren un objeto icónico.
ROOM Diseño. – ¿Quiénes son sus clientes y cómo llega a ellos?
Valérie Maltaverne. – En Francia tenemos algunas empresas de lujo muy potentes que utilizan el diseño tanto para sus productos como para su comunicación. Hemos colaborado con LVMH, L’Oréal y Pernod Ricard. También hay instituciones, como el Centre Pompidou y el Musée des Arts Décoratifs de París y Marsella, que han adquirido nuestras piezas. Y hemos desarrollado series a petición de la Cité Internationale de la Tapisserie d’Aubusson, del Mobilier National o del Noguchi Museum de Nueva York. Todos los clientes llegan a nosotros por el boca a boca. Es un modo lento de avanzar, pero nos ha funcionado. Somos el ejemplo perfecto del slow made. Por lo general, no tenemos acuerdos con galerías porque nuestros plazos son demasiado largos, y cuando lo hacemos es porque tienen clientes que comprenden nuestros tiempos de entrega.
ROOM Diseño. – En los últimos años, el valor de la conexión artesanía-diseño ha ganado fuerza. ¿Qué aporta este diálogo?
Valérie Maltaverne. – La labor manual es esencial para preservar el alma de las creaciones. Son los pequeños errores, las pequeñas variaciones las que dan vida, mientras que la máquina produce por sí sola la perfección. Tengo un vínculo muy estrecho con nuestros maestros, progresamos por ensayo y error. Con ellos establezco un diálogo que va más allá de las competencias: saber transmitirles una intuición que acabarán captando, aunque al principio sean reacios.
ROOM Diseño. – Esa es una asociación casi íntima. ¿Cómo los elige?
Valérie Maltaverne. – Su virtuosismo es la seña de la firma. A lo largo de los años he ido formando una red de contactos, pero hay que tener en cuenta que cuando empecé los oficios estaban totalmente desprestigiados y sus métodos estaban al borde de la extinción. La marquetería, por ejemplo, solo la realizaban los restauradores de muebles antiguos, que no se interesaban por nada nuevo. Conseguir 30 tipos diferentes de madera resultó ser una cacería que nunca había sospechado. La tapicería de Aubusson era una práctica casi desaparecida. Después de 5 años, nuestros proyectos con ella se han convertido en un caso excepcional de exploración y logro.
Arts & Crafts de la cultura digital
Con el fin de renovar este arte francés en decadencia y acercarlo al lujo, la Cité Internationale de la Tapisserie de París les propuso confeccionar un conjunto de tapices que llevara las relaciones con los artesanos a otros registros. Y eso fue lo que hizo Maltaverne: pensar otras texturas, darle una nueva expresión a la manera de tejer. De esas incursiones nació Forest: una representación de los troncos de árboles ennegrecidos por el contraluz y casi devorados por la bruma en un bosque de Sri Lanka. Esta pieza incluye más de cien combinaciones de colores diferentes, que se eligieron en función de la madera empleada para la estructura: una delgada capa de roble moldeada que desaparece bajo el tapiz, combinando el trabajo digital con el tallado a mano y utilizando ensamblajes japoneses. Para Valérie, “la interpretación del tejedor fue crucial”.
“Estamos inundados de objetos sin alma, pero los que resisten al paso del tiempo tienen algo que contarnos. Esa es la excelencia que busco, y me veo capaz de encontrarla”.
Valérie Maltaverne
Sin duda, esa conversación constante —y transversal— de Valérie y su equipo con los artífices de la tradición ha permitido al estudio trascender las técnicas y amplificar sus perspectivas. El resultado es un diálogo entre conocimientos ancestrales y tecnologías avanzadas cuya creatividad radicalmente contemporánea nos hace pensar en un Arts & Craftstraído a los ámbitos de la cultura digital. Porque, aunque no lo creamos, la sabiduría computacional también puede dar alma a los objetos. William Morris habría alabado unos trabajos en los que los algoritmos de la IA conviven con las destrezas manuales y el amor por los materiales. Una visión del diseño absolutamente moderna encapsulada a la perfección en la frase de un destacado anticuario francés: “Las obras de YMER&MALTA serán las antigüedades del mañana”.
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