El arquitecto japonés Kengo Kuma forma parte de esa generación de arquitectos asiáticos capaces de reinterpretar los detalles de una cultura milenaria. Su trabajo está muy focalizado en los juegos de luces y sombras y en los volúmenes que son capaces de generar.
Visión orgánica
Según Kengo Kuma, la arquitectura orgánica, de la que es gran defensor, se establece a partir de la relación entre el exterior y el interior, y de cómo todo esto funciona con nuestro propio cuerpo. “La arquitectura es algo así como una conversación con el material. Y la composición, como siempre, debe buscar algo nuevo. En este sentido yo siempre intento superarme a mí mismo”, asegura desde su estudio. Un hombre cuyas creaciones huyen encarecidamente de la globalización, aunque sin evitar que haya pequeñas pinceladas de tecnología en su discurso. Por supuesto, todo ello sin olvidarse del gran componente artesanal dentro de su obra.
Foto: Giovanni DiSandre
El mismo Kuma ha insistido muchas veces en que sus instalaciones son una especie de marco para la naturaleza, donde experimentar de una manera profunda e íntima. Algo que es claramente palpable en Naturescape: interpretación de un jardín zen japonés. Unas cascadas de piedras curvas a modo de escalones organizan el espacio en diferentes alturas, donde podemos encontrar agua o bambú. “La limpieza y la pureza de la Pietra Serena -afirma Kuma- se utiliza con el fin de recrear una topografía que, al igual que en entornos reales, moldea el agua, guía nuestro camino y proporciona un contexto a los objetos para poder admirarlos mejor”.
En el polo opuesto de su portfolio, estéticamente hablando, se haya la instalación Casalgrande Ceramic Cloud. Un monumento pensado como un homenaje a la cerámica en el que se obvia su rol de revestimiento para convertirlo en soporte estructural. En esta pieza visualmente dinámica, se observa el carácter efímero de la luz, el agua y el cerámico desde un punto de vista poético. “No queríamos un monumento en medio de la nada. Queríamos un monumento que formara parte del sitio”.
La madera como dogma de fe
Gracias a este afán por vincular edificios y paisaje, la gran pasión por la nobleza de los materiales se palpa en todos sus trabajos. En pleno corazón de Osaka se encuentra Shun Shoku Lounge, un local que acoge la central de Gurunavi, guía de restaurantes japonesa. Allí descubrimos cientos de tableros de madera. Su disposición va realizando un recorrido deconstructivista que da lugar a un mobiliario con un efecto visual tremendamente ágil y divertido, y donde la superposición de los componentes se ha convertido en norma de estilo. “Amontonamos muchos tablones para construir una topografía interior donde colocar los diferentes artículos relacionados con el mundo de la restauración”.
Para Kuma, la madera es un dogma de fe. Y como tal, la trata casi con fervor, como vemos también en una peculiar tienda de salsa de soja. Hablamos de Kayanoya, en Tokio. En este proyecto, la linealidad y simplicidad expresada en los elementos más cercanos al suelo, donde son expuestas todas las salsas, se ve rota con el impacto de las barricas gigantes que cuelgan del techo. Una labor realizada por artesanos de la zona, que muestra el empeño de Kuma por sorprender con objetos tradicionales.
Actualmente Kengo Kuma se encuentra en pleno proceso de ejecución del controvertido estadio olímpico que servirá de escenario principal para los Juegos de Tokyo 2020 (el proyecto original era de Zaha Hadid, aunque fue finalmente desechado por duplicar el presupuesto inicial). Además de por las terrazas escalonadas con plantas y árboles en la fachada, su concepto destaca por usar la madera en un tipo de espacio donde no es habitual verla.
Comunicación y eficacia
Para Kengo Kuma saber comunicar la idea es incluso más importante que la creatividad en sí misma. La manera de recibir y de transmitir la información dentro del propio equipo se convierte en eje vital, condicionando el rumbo y el sentido de cada boceto. Cómo crean y cómo interpretan cada obra, es el comienzo de locales tan milimétricamente estudiados como la cafetería Jugetsudo, situada en la quinta planta del teatro Kabukiza en Tokio. Hasta 3.000 tallos de bambú son dispuestos a lo largo de 120m² para delimitar adecuadamente la zona de venta y la zona de consumo. Un concepto que parece simular una arboleda, y en el que sus diferentes elementos se enlazan en tono y forma, uniendo el interior con el exterior y el jardín de la azotea, de un modo cuidadosamente ordenado.
El rigor con el que los diseños de Kuma han sido pensados y ejecutados, alcanza uno de sus puntos más álgidos en el Starbucks creado por su estudio. El aparente caos que parece inundar la entrada a modo de cueva de esta cafetería situada en el camino que conduce al santuario de Dazaifu Tenmangu, no es más que una cuidadosa red tejida con 2.000 listones cruzados en diagonal. Un intento de huir de fórmulas preestablecidas en paredes y techos sencillos.
El discurso zen
Edificios, instalaciones efímeras, interiores, producto… Muchas son las disciplinas que Kengo Kuma domina y con las que realza las formas tradicionalmente orientales. Su peculiar estilo alejado de líneas excéntricas tan en auge en la actualidad, lo convierte en un firme creyente de la fusión entre arquitectura y naturaleza, al igual que en su día lo fue Frank Lloyd Wright, o a finales del siglo XIX, el Art Nouveau. Además de apostar por materiales locales, el espíritu zen de sus construcciones es reflejo de un respeto hacia el entorno y hacia la humanidad, en lo que insiste todo el que trabaja con Kuma. Hay quien incluso se atreve a decir que sus ideas van más allá: algo así como una crítica social tras la cual se oculta un concienzudo análisis de las necesidades del ser humano y de cómo el diseño puede mejorar nuestra vida.
