“Deja salir tus miedos para que tus sueños puedan entrar”, sobre un idílico lago nórdico. O “Ningún paisaje es mejor que mirar dentro de tus ojos”, en un bucólico bosque escocés. Estos versos parecen unir conceptos anacrónicos, pero la artista coreana Jung Lee ha reimaginado estos mensajes jugando con la sencillez, el neón y sus grandes y evidentes referencias.
Nacida en Seúl en 1972, Jung Lee nunca hasta ahora había tenido una exposición individual en Europa. Para este salto continental, que está teniendo lugar en la Christophe Guye Galerie de Zúrich (Suiza) hasta el próximo 5 de marzo de 2022, la artista coreana ha optado por hacerlo con las poderosas imágenes —algunas de ellas inéditas—de su serie Aporia. Un título que le viene pintiparado, dado que aporía es un término procedente de la filosofía helénica que sintetiza una paradoja insuperable o una imposibilidad lógica.
El Neon Art de la artista coreana Jung Lee
Con dicha imposibilidad lógica lleva trabajando esta artista coreana suficientes años como para que sus instantáneas hayan traspasado los límites de la red, y se hayan convertido en un denominador común de cierto tipo de intensidad internáutica. Pero su porfolio esconde mucho más que instalaciones con luces de neón que forman palabras o frases básicas colocadas sobre un paisaje nubloso, aciago o incluso de cuento de hadas.
La yuxtaposición de esos elementos es lo que alcanza la inspiración plena. Un amor sincero, sin tanto oropel ni poesía, emplazado mediante un escueto You (Tú, en inglés), Heart (Corazón) o Promise me (Prométeme) es tanto una declaración íntima como una declaración de intenciones. No es ya que sus piezas estén basadas en Fragmentos de un discurso amoroso, libro de Roland Barthes, sino que en sus fotografías maneja la paciencia de la pasión, su respuesta, el deseo, la soledad, el desasosiego o los sentimientos comunes arrojando luz artificial. Todo un recreo más lúdico de lo que aparenta y fervorosamente metaemocional.
De Jenny Holzer al neón como medio expresivo
Lo curioso es que Jung Lee estudió Bellas Artes con especialidad en Fotografía en Reino Unido y la claridad de sus palabras estriba únicamente en la dificultad del idioma. “Si mi inglés hubiese sido perfecto o lo suficientemente bueno como para expresarme sin problemas, jamás me hubiera interesado el lenguaje como objeto de estudio. Mi obra deriva de estas experiencias combinadas: ser una estudiante de arte extranjera, ser una extraña en Londres y ser, a su vez, una observadora de la lengua inglesa”, ha declarado.
Ese uso del mensaje escrito en inglés —como parte de un conjunto y no como fin en sí mismo— establece varios nexos de unión en la obra de Jung Lee. Esos referentes pueden ser fácilmente rastreables en la escena conceptual estadounidense de la segunda mitad del siglo pasado: la sencillez metafórica de Barbara Kruger, la conversación tipográfica de Lawrence Weiner, lo apabullantemente popular de Edward Ruscha y el minimalismo con neones de Dan Flavin, entre otros.
Pero, sobre todo, las creaciones de Jung se inspiran en la responsabilidad textual de Jenny Holzer, cuyas instalaciones, que mezclan luz y hondas reflexiones verbalizadas, son un hilo que ha recogido la artista coreana para continuar una senda semántica versátil que va mucho más allá de la simple frase motivacional.
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Un ejemplo prototípico para explicar esa paradoja insuperable que define la aporía filosófica es la idea de la nada. Eso se debe a que para poder explicar el concepto de nada se ha de suponer la existencia de algo que, por definición, es inexistente.
Nacida en Gallipolis, Ohio, hace 71 años, Holzer es una afamada artista conceptual estadounidense que, aunque comenzó su carrera interesándose por la abstracción, desde que se trasladó a Nueva York en los años 70 se ha convertido en una maestra de la instalación y de los proyectos artísticos con mensajes sociales. Su trabajo está centrado en el poder de las palabras y en la luz que estas pueden arrojar. Ha presentado su obra en la Bienal de Venecia o los Museos Guggenheim de Nueva York y Bilbao.
