Push 1 stop. Una nueva educación sentimental en el arte digital

El creador de la música atonal, Arnold Schönberg, decía que las claves mayores y menores —que expresan la alegría y la tristeza— no bastaban ya para transmitir el desconcierto del siglo XX. Cien años más tarde, pareciera que los lenguajes conocidos tampoco alcanzan para hacerlo con el espectáculo en que se han convertido nuestras emociones. Ese es el foco central de la obra reciente de Push 1 stop, seudónimo de la artista digital canadiense Cadie Desbiens-Desmeules.

Push 1 Stop. Arte digital
Push 1 Stop. Arte digital

Al arte digital habla de sentimientos

Esta periodista devenida en artista digital tiene cosas que decir sobre nuestros sentimientos, cada vez menos sutiles, más amplificados y casi exclusivamente mediados por la tecnología. Push 1 stop es además una outsider, reacia a la jerga de una disciplina que tiende hacia lo abstracto tanto en el diseño como en el lenguaje. Por ello será que su pieza Alter Ego resulta una suerte de ensayo matemático-visual sobre la progresiva gramática de imágenes con la que estamos comunicándonos.

Cadie Desbiens-Desmeules hackea instagram

Tras hackear Instagram para evitar los poderosos filtros de la plataforma, Cadie Desbiens-Desmeules creó un feed generativo que muestra la crudeza con la que celebramos online nuestras obsesiones o, dicho de otro modo: la forma en que —literalmente— desnudamos nuestras vulnerabilidades ante el mundo entero. El hack se transmuta entonces en una catarata de escenas a tiempo real, donde la soledad y el narcisismo se fusionan exquisitamente en una estética menos afín a las redes sociales que a una representación vectorial de big data.

Utilizando herramientas gráficas especializadas como Notch, Flame o TouchDesigner, la artista logra un resultado bello, irónico y espeluznante. Algo infrecuente en el entorno del arte digital, que suele recurrir a la geometría para acotar al máximo el ancho de banda de la emocionalidad. Pero incluso en sus trabajos más abstractos, como Frozen Music (2019), la canadiense se zambulle a fondo, diseccionando con agudeza la anatomía de múltiples ondas de sonido. Aplicando, como es su costumbre, lentes de análisis cada vez más potentes al objeto de estudio que ha decidido colocar bajo su microscopio.

Si bien parte de su trayectoria sigue las profundas huellas que ha marcado el género, hay que destacar que Cadie Desbiens-Desmeules está al acecho de una obra diferenciadora, elocuente y autónoma, independiente del texto crítico de rigueur. ¿Qué busca con todo ello? Una narrativa que se aleje de las consabidas secuencias de destellos técnicos y que sea cuestión integral de sus piezas. Y todo ello, con una voz humana caudalosa que acaso nos ofrezca una nueva “educación sentimental”. Una voz que hable la dulce lengua del corazón y sane a estos músculos desesperados que, al parecer, solo ansían ser máquinas.

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