La 16ª edición de los Premios Porcelanosa volvió a demostrar que la arquitectura contemporánea está llena de compromiso. En una gala celebrada en el estadio Santiago Bernabéu, el arquitecto chileno Alejandro Aravena fue homenajeado por su visión profunda y su impacto social. Y es que diseñar también es hacerse cargo del futuro.

Porcelanosa y el valor de premiar el gesto mínimo
Que una gala como la de los Premios Porcelanosa reúna a los protagonistas del diseño, la arquitectura y la innovación con una mirada que premia la responsabilidad es, en sí misma, una declaración de intenciones. La ceremonia —que tuvo lugar en el renovado estadio Santiago Bernabéu de Madrid— reivindicó estas disciplinas transformando sus estelas en una herramienta que cambia entornos e incluso vidas.

Sin duda, Porcelanosa ha convertido estos galardones en una plataforma desde la que reconocer a quienes han sabido entender el campo de la arquitectura como una práctica con implicaciones éticas, estéticas y materiales. Una celebración que condecora el gesto mínimo, la investigación sobre los procesos, el respeto por la materia y la conciencia medioambiental. Y en esa línea, el homenaje honorífico otorgado este año a Alejandro Aravena fue tan significativo como merecido.
Alejandro Aravena: la arquitectura como responsabilidad
El perfil de Aravena (Santiago de Chile, 1967) no es el de un arquitecto al uso, pues su obra no busca la espectacularidad ni la firma reconocible. Su trabajo, desde el estudio ELEMENTAL, se ha centrado en una idea tan ambiciosa como urgente: pensar la arquitectura como un medio para la equidad social. Y su campo de acción deja atrás las grandes torres y los museos icónicos para aterrizar en los barrios periféricos, las viviendas de emergencia y las comunidades que construyen sus vidas en condiciones vulnerables.

Uno de sus trabajos más emblemáticos lo vemos en Quinta Monroy, en Iquique, donde diseñó un modelo de vivienda incremental: un sistema de casas sociales erigidas a medias, con estructuras básicas, que dejaban espacio y posibilidades a los propios habitantes para completarlas según sus medios.


Frente al paternalismo institucional, Aravena propuso un enfoque participativo, abierto, que otorgaba dignidad sin imponer formas. Una arquitectura que no termina con la entrega de llaves porque empieza justo ahí. En otra ocasión —tras el devastador terremoto de 2010 en Chile—, Aravena lideró el proyecto de Villa Verde, en Constitución. Nuevamente, el principio fue el mismo: erigir desde lo posible, sin imponer desde arriba, con materiales locales y una comprensión precisa del tejido social y geográfico.


Lejos de la retórica, su trabajo con ELEMENTAL se articula en torno a datos, metodologías y decisiones que responden a realidades concretas. Su perspectiva integra la planificación urbana con un entendimiento de cada elección arquitectónica. La eficiencia de su porfolio se mide en la capacidad de una propuesta para adaptarse y crecer con quienes lo habitan. Por eso ha sido galardonado con el Premio Pritzker en 2016, o con el comisariado de la Bienal de Arquitectura de Venecia ese mismo año, cuyo lema fue una invitación clara: Reporting from the Front. En esa bienal, se exhibieron trabajos que iban desde la ocupación informal del territorio hasta el papel de la mujer en la construcción del entorno.

Un homenaje de Porcelanosa que interpela al presente
La práctica de Alejandro Aravena combina el conocimiento técnico con una ética de la sobriedad, demostrando un profundo respeto por el paisaje, por quienes se encuentran en él y por los recursos disponibles. En este sentido, el homenaje en los Premios Porcelanosa se percibe como algo más que un reconocimiento personal: es un acto de poner en valor otro modo de proyectar; uno que tiene menos que ver con la autoría y más con la utilidad. Y es que el ejercicio de Aravena recuerda que hay otras urgencias: acceso a vivienda, participación comunitaria o resiliencia urbana.

La atención de Porcelanosa sobre una figura como la de Alejandro Aravena se considera una apuesta por ampliar el foco de la arquitectura hacia campos imprescindibles. En su discurso de agradecimiento, el arquitecto insistió en la importancia de entender la disciplina como una manera de canalizar recursos donde más se necesitan, de escuchar antes de hacer. De ahí que su legado esté cimentado sobre decisiones que son capaces de cambiar el curso de una vida. Es lo que ocurre cuando no se diseñan simplemente edificios, sino posibilidades. Y por eso este homenaje es mucho más que una celebración, convirtiéndose en una llamada de atención para recordarnos que también se puede construir desde el cuidado.
En este enlace puedes leer un artículo sobre la pasada edición de los Premios Porcelanosa.