Deltalight siempre ha concebido la luz como un lenguaje repleto de arquitectura. Y con Cami, la firma belga presenta una colección que une hormigón y calidez en forma de luminaria para el exterior.
Deltalight y la sutileza de no imponerse
La luz puede servir de material invisible para construir espacios. Deltalight lo sabe bien: desde sus inicios ha trabajado en esa frontera delicada que diluye la interacción entre diseño y tecnología. Por eso sus luminarias se contemplan como obras funcionales caracterizados por una belleza contenida. Sin duda, la seña de identidad de la marca belga es la discreción, y eso se refleja en la manera en que sus productos acompañan el espacio que alumbran como una sombra sutil que lo transforma sin rupturismos.

Es ese modo de entender la disciplina creativa lo que ha posicionado a Deltalight como un referente internacional para iluminar proyectos de vivienda, hostelería, oficinas, galerías o edificios públicos. Y su nueva colección, Cami, encarna este enfoque con cierta radicalidad al fingir que brota de la tierra misma. El hormigón ha sido el componente escogido para erigir su apariencia: lo hace curvándose en discos suaves y orgánicos, como piedras de río pulidas por el agua, mientas que por las pequeñas hendiduras lo luminoso se filtra en destellos cálidos.

Cami: una lámpara de hormigón y naturaleza
Igual que los estratos de una geología imaginada, Deltalight presenta Cami con dos versiones, que varían según el número de discos que la conforman: dos o cuatro. Su modularidad facilita la escala de la presencia lumínica —la discreción o lo escultórico—, aunque en ambos casos prevalece la idea de sutileza. El resplandor íntimo escapa entre las franjas de estos elementos, ofreciendo un aura ritual que recuerda al brillo que se cuela entre las rendijas de una persiana al amanecer o al fulgor que atraviesa una grieta en la roca.

Pensada para exteriores, la elección del hormigón para la concepción de Cami mantiene un compromiso con la durabilidad. Su instalación es versátil y adaptable y su protección IP67 e IK10 la hace resistente al agua, a golpes y a climas exigentes. A pesar de ello, esta lámpara está preparada para someterse al cambio: la lluvia, el polvo o la arena alteran poco a poco su superficie hasta otorgarle una pátina única al llevar en su cuerpo el registro del tiempo. Una cualidad que la convierte en algo más que un objeto outdoor, pues se integra como parte del lugar y de la vida que ilumina. Todo lo opuesto a esa lógica de lo desechable.

Desde Deltalight bautizan a Cami como una luminaria “creada para pertenecer”. Una consigna que inscribe a esta pieza en la tradición de dar soluciones que sean capaces de fundirse con el paisaje, alcanzando incluso una dimensión más poética. En este contexto, la innovación se muestra de un modo genuino: la capacidad de aceptar el paso del tiempo como parte del propio diseño. Una lámpara que se termina transformando con el entorno y hablando el mismo idioma que la naturaleza y la memoria. Un recordatorio de que el buen diseño puede ser una luz que, a pesar de sus cambios, nunca se apaga.

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