Querer unir en un único proyecto escultura y tecnología en investigación sonora no es tarea fácil. El artista suizo Zimoun se enfrenta cada día a este reto, intentando conocer e investigar qué efecto es el resultante de la unión de todas estas disciplinas a través del desarrollo de sus sound sculptures o esculturas sonoras.
Desde mediados de los años cincuenta comenzaron este tipo de exploraciones de la mano de creadores como Harry Bertoia, Jean Tinguely o los hermanos Baschet, aunque no fueron manifestadas de la misma manera en que lo hace Zimoun hoy. El sonido nacía o por el impacto humano sobre la obra, o por la fuerza del viento o incluso del agua, o bien por el empleo de motores o baterías. Estas esculturas sonoras fueron el germen que provocó no solo un aporte de valor al mundo del arte, sino el desarrollo de creaciones musicales completas y la inspiración para nombres ya clásicos como Takis Vassilakis o contemporáneos como Eirik Brandal o el propio Zimoun.
Tac, tac, tac
Las estrucutras de Zimoun funcionan de la siguiente manera. A través de objetos cotidianos (cajas de cartón, bolas de ping pong, barras de metal, hojas de papel…) y de componentes mecánicos como motores o baterías, Zimoun diseña piezas que desdibujan el funcionamiento de esta tecnología generando un impacto acústico de desorden e irregularidad. Imaginemos un cilindro de madera de 20 cm de altura sostenido en uno de sus extremos por un cable colgado del techo y que apenas roza el suelo. A través de un motor, el cable repite en bucle el mismo movimiento: bajar y subir dando lugar a un choque de dicho cilindro contra el suelo. La acción provoca un sonido cada escasos segundos y la cuestión es qué supondría entonces si añadimos otras 500 elementos y se pusieran a funcionar a la vez.
Zimoun ha querido dar respuesta a preguntas como esta. A pesar de que la velocidad de estos sonidos pueda influir en la percepción del mensaje, sus proyectos generan un ambiente inquietante y desolador que atrapa la atención del espectador poniéndolo en una situación de incertidumbre y desasosiego. Un ritmo que evoluciona continuamente dejando que el azar configure sus estructuras complejas a través de formas simples. Este estado que envuelve por completo el sentido auditivo se acentúa con la parte visual. La disposición de los elementos siempre tan elegante, ordenada, limpia y minimalista, aporta aún más intensidad a esta atmósfera.
Por si fuera poco, esta instalación –como otras del autor- cobra un tamaño diferente en función del espacio donde vaya a ser ubicada. Por lo tanto, son también las dimensiones de la obra (13 metros x 4 metros normalmente) otro punto que contribuye a su espectacularidad. La suma de todos esos objetos sencillos y pequeños conforman estas esculturas cinéticas tan enormes. Sin trampa ni cartón, la pieza propone un discurso abierto, sincero y honesto, sin indicaciones, para que así el visitante la interprete a su manera.
Zimoun. Madrid 2020
Ya lo hemos dicho al principio. Como creador interesando en aplicar otras disciplinas a su trabajo, Zimoun se mantiene cercano a la arquitectura, la ciencia y la tecnología y a profesionales de estos sectores. El resultado de sus esculturas sonoras es una experiencia enriquecedora, tanto para e artistas como para los especialistas de estas disciplinas. Podremos disfrutar este año de una de sus instalaciones únicas en el marco de una exposición colectiva, a partir del 26 mayo hasta el 21 de septiembre en el museo Reina Sofía de Madrid.
Zimoun. Madrid 2020
Ya lo hemos dicho al principio. Como creador interesando en aplicar otras disciplinas a su trabajo, Zimoun se mantiene cercano a la arquitectura, la ciencia y la tecnología y a profesionales de estos sectores. El resultado de sus esculturas sonoras es una experiencia enriquecedora, tanto para e artistas como para los especialistas de estas disciplinas. Podremos disfrutar este año de una de sus instalaciones únicas en el marco de una exposición colectiva, a partir del 26 mayo hasta el 21 de septiembre en el museo Reina Sofía de Madrid.